Nueva York, E.U.-
Decenas de jornaleros hispanos en Brooklyn dicen sentirse desamparados después de que el huracán Sandy arrancara de cuajo el pequeño centro de madera que los trabajadores usaban desde hace más de una década para organizarse y ser contratados.
Sin la estabilidad que el centro, llamado “la casita”, les proporcionaba, muchos temen verse forzados a regresar a las esquinas de calles del barrio de Bensonhurst para ser recogidos en camionetas por contratistas que aseguran a veces les pagan mal y los explotan demasiadas horas.
“Nos sentimos en la ruina. No nos queda nada”, dijo Gavino Hernández, un mexicano sin papeles más conocido como “Camilo”, que hace trabajos esporádicos de construcción y a menudo iba a “la casita”.
“Queremos que los compañeros sigan aquí todavía. En las esquinas uno corre mucho peligro”.
Los vientos de la supertormenta se llevaron el centro de contratación de jornaleros, el único aprobado por la ciudad y construido por los propios jornaleros.
Quedó a unos 50 metros al norte, en el centro comercial Ceasar Bay, en Bensonhurst. El suelo quedó totalmente quebrantado, al igual que varias de las paredes, con estanterías torcidas y un generador de electricidad que ya no funciona.
Se trata del punto de encuentro por la mañanas de entre 50 y 100 jornaleros que lo han convertido en el lugar donde pasan a buscarlos para ir a trabajar, allí hacen los negocios.
Aproximadamente 558 trabajadores pagaron este año alguna vez la cuota semanal de cinco dólares que mantiene la electricidad, teléfono y otros gastos de “la casita”, explicó Ligia Guallpa, del grupo Proyecto de Justicia Laboral que ayuda a los jornaleros
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