En este país la forma en la que las dependencias públicas informan a la sociedad de sus acciones es extraña.
Aprovechando la indiferencia de los ciudadanos, a quienes en muy pocas ocasiones parece importarle qué es lo que hacen los funcionarios gubernamentales, la labor de las autoridades permanece escondida, sin ofrecerle cuentas a nadie.
Esta práctica se exacerba cuando se registra una tragedia del nivel de la explosión en el Centro Receptor de Gas de Petróleos Mexicanos (Pemex), donde 30 trabajadores de la paraestatal y empresas contratistas perdieron la vida, además de que otros 40 resultaron lesionados el pasado 18 de septiembre.
A más de un mes del accidente más terrible en la actividad de Pemex en la región, las autoridades no han dado a conocer los resultados o, por lo menos, avances de la investigación encaminada a conocer las causas de la tragedia.
No había pasado ni un día del percance cuando Juan José Suárez Coppel, director general de la paraestatal, aseguró en Reynosa que se informaría a la sociedad sobre las causas del accidente. Es más, el funcionario aseguró que el dictamen estaría listo en un mes.
Sin embargo, ha pasado mucho más de este tiempo y Pemex ha mantenido un sospechoso silencio que ya desesperó a las familias y amigos de los que fallecieron el pasado 18 de septiembre.
Por medio de cartas abiertas publicadas en los medios de comunicación y las redes sociales, estas familias han denunciado el silencio de Pemex y lo que es peor, los intentos de algunos funcionarios por ocultar lo que realmente sucedió ese día.
Una valiente denuncia de un trabajador petrolero, quien perdió a su hermano el día del percance, nos permitió saber que se está manipulando la lista de testigos que han acudido a declarar ante la PGR como parte de la investigación sobre las causas del estallido.
Incluso, se confirma la sospecha de que hay directivos de Pemex a quienes les gustaría responsabilizar a algunos de los fallecidos de la explosión, escondiendo con ello las fallas que desde hace meses se estuvieron denunciando en el Centro Receptor de Gas.
Al silencio oficial hay que agregarle los intentos de la paraestatal por acallar a las familias de los muertos y fallecidos, a quienes literalmente arrebata de los medios de comunicación con los que aceptan entrevistarse.
De no ser por las filtraciones de algunos familiares, nunca hubiéramos sabido que en estos momentos un equipo de abogados procedente de Estados Unidos está buscando los testimonios que necesita para fortalecer su demanda en contra de Pemex y algunos de sus proveedores, por las fallas que se registraron en los sistemas de alarma del complejo gasero.
Se supone que en unas semanas la opinión pública conocerá de una demanda millonaria en una corte de Estados Unidos en contra de Pemex y los encargados de la instalación de este sistema de seguridad.
Conforme pasan los días, las filtraciones y rumores seguirán contando una historia que quizás no sea del todo real, pero que de todas formas deja a Pemex en una muy mala posición.
Con estas sospechosas actitudes, Petróleos Mexicanos obliga a los mexicanos a pensar que algo estaba funcionando terriblemente mal en unas instalaciones que no tienen ni siquiera una década de estar funcionando y que, se suponía, eran un modelo de seguridad.
Si están ocultando los avances de la investigación, es porque hay alguien muy arriba en el organigrama de la paraestatal que tiene miedo de que se sepa cómo funcionaban las cosas en este complejo gasero, dejando crecer un problema que
–literalmente– les estalló en la cara.
Porque si todo estuviera bien y la tragedia se debió a un lamentable accidente ¿por qué esconderse? ¿por qué el silencio?
Con estas actitudes, Petróleos Mexicanos se está haciendo de culpa ante los mexicanos, quienes ahora sí tienen mucho interés en saber qué fue lo que provocó el estallido que cubrió de luto a 30 familias.
diasdecombate@hotmail.com
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