Chihuahua, Chihuahua.-
Fue un mitin ofrecido a la activista asesinada Marisela Escobedo. Ahí, a unos metros donde fue masacrada —en diciembre de 2010— cuando buscaba justicia por el homicidio de su hija.
Ahí en el cruce de Aldama y Carranza, en la esquina del Palacio de Gobierno, donde despacha el gobernador César Duarte, los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador que llenaron el lugar guardaron un minuto de silencio por ella y los muertos que la inseguridad ha dejado en esta región.
En la plaza hay indignación por tanta inseguridad, pero también expectativa por escuchar al ex jefe de Gobierno del DF, acompañado de su esposa Beatriz Gutiérrez.
A diferencia de otras concentraciones, aquí había muchos jóvenes y a ellos el tabasqueño les ofertó que para el próximo sexenio su república amorosa dará “abrazos y no balazos”.
López Obrador, a diferencia de los primeros oradores, no habló de Marisela, pero sí escuchó las cifras que daba a conocer el candidato al Senado, Víctor Quintana, quien dijo que si dedicaba un minuto de silencio por todos los muertos de la inseguridad “duraríamos 11 días de silencio: 15 mil muertos; uno de (cada) cuatro muertos en esta guerra calderoniana ha sido chihuahuense, que equivale a 15 mil familias enlutadas”.
López Obrador se despidió, diciendo que a un mes de campaña su propuesta va creciendo y consolidando, y que nadie se sorprenda porque habrá muchos priístas y panistas que votarán por él”.
Como ha sido esta campaña, donde los traslados apresurados han sido los protagonistas, el tabasqueño llegó al aeropuerto de Chihuahua para comprar, antes de subir al avión, queso asadero el cual dijo se lo iba a cenar en su casa.
Atrás quedaron las cruces que recuerdan a Marisela Escobedo y otros muertos de esta “guerra” contra la delincuencia. Hoy lo que dejó López Obrador es el compromiso de regresar, cuando sea presidente, cada 15 días para evaluar el proceso de pacificación de la zona, la cual está marcada por los muertos del crimen organizado.
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