Guadalajara, Jalisco.-
Le llueven botellas de agua. Sus compañeros lo abrazan. El éxtasis de la victoria no tiene límite. Tampoco comparación. Las camisetas amarillas se funden en un grito unánime. El gol está impregnado del insustituible sabor que proporciona el hacerlo frente al rival más odiado. Paul Aguilar lo engulle, mientras lo invade la electrizante felicidad del Clásico.
Es casa ajena. Es el minuto 85. Es el momento cumbre de un partido en el que América ha sido superior a Chivas. El derechazo que acaba de mandar al fondo del arco hace elevarse a las Águilas en un vuelo que significa mucho, pues además del orgullo, queda la satisfacción de dejar al Guadalajara agonizante en el torneo con el 0-1.
Los visitantes, con inteligencia, aprovechan el desconcertante arranque del rival. Se apoderan del esférico sin demasiado esfuerzo. “Rolfi”, “Hobbit” y Benítez causan estragos cada vez que se acercan al arco defendido por Hugo Hernández, quien toma el lugar del lesionado Luis Michel.
Es Montenegro quien manda los dos primeros avisos, con disparos (minutos 2 y 11) que no terminan en las redes, pero que advierten la intención del América en este Clásico: no han venido a la cancha del Omnilife para especular.
Con la insistencia, los de Coapa encuentran la forma de infligir daño al Rebaño Sagrado. La afición azulcrema suelta el flamígero e inconfundible grito de gol, al 20’. “Rolfi” comanda el trepidante contragolpe, toca a la izquierda, donde el “Hobbit” entra y remata ante la salida de Hernández, que alcanza a desviar. La pelota, elevada y parsimoniosa, sigue su camino rumbo al arco, Christian Benítez salta, gana la posición, empuja con la cabeza, corre a festejar. Kristian Álvarez queda tendido en el césped. El juez de línea corre al medio campo. Valida la acción. Pero Marco Antonio Rodríguez emite el funesto sonido del silbato que anula el tanto.
La reacción es tibia, pero alcanza para generar emoción a pelota parada. Por el costado derecho, Julio Nava cobra un tiro libre cerrado. Moisés Muñoz no alcanza la pelota, que llega a segundo poste, donde Héctor Reynoso la manda de cabeza al fondo. La tribuna, con mayoría rojiblanca, estalla en júbilo. El sonido fatal una vez más. Silbatazo de “Chiquimarco”. Explica, con las manos, que “El Cubo” Torres ha empujado dentro del área. Otra jugada dudosa que corre la misma suerte: el gol no cuenta.
La parte complementaria ratifica la superioridad americanista. Benítez recibe en el área y el arquero Hernández sale en su búsqueda, el ecuatoriano se da la vuelta y toca atrás, donde Bermúdez remata a gol. La cabeza salvadora de Kristian Álvarez envía el esférico a tiro de esquina, al 52’.
Un minuto más tarde, un toque lleno de intención y claridad deja a Benítez solo en el área, ante la salida de Hernández toca pegado al poste y el balón hace vibrar las redes con su suave toque. La afición azulcrema celebra. ¿La tercera es la vencida? No. Esta jugada tampoco cuenta. La bandera elevada anula el gol por fuera de lugar.
América ha sido mejor a lo largo del encuentro y por fin lo refleja al 85’. El recién ingresado Raúl Jiménez recibe por el centro, afuera del área. La marca es complaciente. Chivas ni se entera que está jugando un Clásico.
El americanista tiene tiempo de levantar la cabeza y tocar a la derecha, donde Paul Aguilar entra libre al área. Su remate, raso y de pierna derecha, no puede tener otro destino. La pelota cruza el área con la alegría de quien se sabe a punto de llegar a su destino. Cuando mece las redes, no hay silbatazo que impida el grito. “¡Gol!”, explota en el Omnilife, que luce, de repente, repleto de camisetas amarillas.
La rabia impotente también aparece en el Clásico. Héctor Reynoso se va expulsado al 90’, por una falta sobre Miguel Layún. Chivas termina incompleto y con el orgullo herido. El silbatazo final casi sentencia su suerte: el sueño de Liguilla es prácticamente imposible. En cambio América, que no ganaba un Clásico en Jalisco desde 2007, hoy casi tiene el boleto.
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