México, D.F.-
La imagen romántica del editor que corrige un manuscrito detrás de su escritorio atiborrado de textos dista mucho de la realidad. Hoy, ese oficio que es dominado por las mujeres, va más allá de la simple corrección o de trabajar los libros con los autores, implica una labor administrativa intensa, desde gestión de derechos de autor hasta campaña de promoción del libro.
Aunque en México no existe la carrera de editor, se trata de un oficio con gran tradición para el que se requieren más habilidades que antes. Si antes se requería gran olfato para hallar buenos manuscritos y autores, varias horas de lectura, trabajo de escritorio para corregir y pulir los textos con los autores; ahora requiere además de: capacidad de concentración, buen trato con los autores, desarrollo de campañas de promoción y estar al tanto de los libros en las librerías.
Marcela González, directora editorial de Alfaguara; Gabriela del Olmo, subdirectora de Artes de México; Verónica Flores, directora editorial de Tusquets; Mónica Nepote, directora editorial de Tierra Adentro; y Aldonza Porrúa, directora editorial de Miguel Ángel Porrúa, hablan de su experiencia en el mundo de la edición en México, de cómo se ha transformado ese quehacer y las tareas que hoy les roban el sueño.
Pero también dan cuenta de que esa tarea que antes estaba concentrada en los hombres, ha sido tomada por las mujeres, lo demuestran los puestos que ocupan en las editores comerciales e institucionales de México y el mundo.
Todas llegaron a la edición por caminos distintos, luego de pasar por los medios de comunicación, editar revistas, buscar trabajo en la traducción, por ser parte de un linaje familiar en a edición y venta de libros; todas aseguran que este es un oficio que las mujeres desarrollan con mayor responsabilidad.
Ellas toman las decisiones
Marcela González Durán, quien estudió relaciones internacionales y luego traducción en El Colegio de México, asegura que en general, tanto en México como en los países de habla hispana, incluida España, las editoras y directoras editoriales son mujeres y que “hay quizás un señor director general que está arriba, pero los contenidos están sobre las mesas de muchas mujeres y las decisiones de qué se va a publicar las toman mujeres”.
La editora desde hace 17 años, que tiene a su cargo los sellos Alfaguara y Taurus, asegura que tan sólo en la editorial, las cuatro que dirigen todos los sellos son mujeres: Laura Lara, Paty Mazón, Elizabeth Rosales y ella.
“Ahora que si volteó a ver a otras casas de Alfaguara ahí está Pilar Reyes en España, Mercedes González en Perú, Andrea López en Colombia, Silvia Matute en Estados Unidos, es decir, hay puras mujeres por todas partes. Se nos da muy bien este trabajo porque es cubrir muchísimos frentes”, señala González Durán.
La editora que tuvo a su cargo varios años la colección “Minimalia” de Ediciones El Ermitaño asegura que entre los varios frentes que cumplen están el de los contenidos, la toma de decisiones, mantener las líneas editoriales, el perfil de contenidos, los resultados, en general estar cerca de todos los procesos, desde la contratación del libro, con todas las cuestiones administrativas que conlleva hasta la campaña de comunicación y promoción, la agenda del autor y la distribución del libro.
Mónica Nepote, egresada de la carrera de letras y periodista durante algunos años, actualmente a cargo de Tierra Adentro, que da a conocer la obra de autores mexicanos menores de 35 años de edad, dice que el trabajo de edición implica un conocimiento técnico para lo que se tiene que trabajar durante muchos años.
“No hay propiamente carreras específicas para la cuestión editorial, creo que hay una maestría en la UAM, pero la edición se despliega hacia muchas direcciones, no es lo mismo editar un libro de línea con sólo texto que un libro con imágenes o a dos tintas, como tampoco es lo mismo editar libros electrónicos que en papel, ni tampoco es lo mismo coordinar aplicaciones para libros con descarga o con animación. La edición se vuelto más especializada y un editor mientras más conocimiento tenga obviamente es un editor más completo”, señala la poeta.
Por su parte, Verónica Flores, quien lleva 11 años a cargo de la filial en México de Tusquets Editores y antes se desempeñó como reportera y editora en diarios de circulación nacional, en especial El Día y su suplemento cultural El gallo Ilustrado, afirma que una editora, igual que un editor debe tener sensibilidad literaria, sentido del ritmo y una gran capacidad de fascinación por todo aquello que represente creación y entretenimiento.
“Debe ser una persona que le guste escuchar y debe tener una especial conexión con el lector para saber qué es lo que la gente quiere y necesita. Evidentemente una editora mujer (igual que un editor hombre) debe saber redactar, tener una cultura amplia y, sobre todo, una gran curiosidad por todo lo que envuelve la obra de sus autores. No creo que una u otra carrera universitaria sea mejor o peor. La inquietud del editor frente a lo que le rodea es lo que importa”, señala Flores.
Las ventajas
El oficio de editor es amplio y complejo, deben tener capacidad de planeación y comercialización, saber cuestiones de derecho pues “no es lo mismo editar a autores bets sellers que a autores emergentes” dice Nepote; implica desarrollar habilidades distintas; exige “ser muy obsesivo, perfeccionista, inquieto, estar en busca de un escritor nuevo y tener el enorme gusto de lanzarlo”, dice González Duran; requiere “ver todo en conjunto, no solamente la edición”, dice Aldonza Porrúa, la más joven de la legión que es directora adjunta de Miguel Ángel Porrúa.
Ese oficio tiene sus ventajas. “Mi tarea es decidir lo que publicamos, acompañar al autor en todo el recorrido de su creación literaria (desde leer el manuscrito, hasta sugerir algún cambio, ajustar textos, analizar la trama, repasar el ritmo, redondear aspectos y ¡publicar el libro!)”, comenta Verónica Flores.
Gabriela del Olmo, subdirectora de Artes de México, editorial a la que llegó hace 14 años, asegura que ser editor es un delirio, una locura y un vicio que es difícil de dejar. “A veces creo que los editores llevamos tinta en las venas y que por eso, una vez que llegamos a este mundo, ya no podemos dar vuelta atrás”.
La editora que antes trabajo en un museo donde juntaba sus quincenas para comprar la revista Artes de México, dice que el oficio del editor se aprende a fuerza de ensayo y error, pues un editor jamás está exento de equivocaciones. “La formación de un editor es muy parecida a la de los antiguos gremios: hay un maestro, un oficial, un aprendiz… Uno aprende de los que han andado más, de los que han cometido más errores y han encontrado cómo remediarlos. Uno aprende en el camino”.
Esas mujeres ejercen su tarea sin olvidar la vida personal, pero el trabajo administrativo y las horas que deben dedicar a la lectura son tremendos. Todas le roban tiempo al sueño porque hay mucho por leer. Verónica Flores lee doce manuscritos cada mes o hasta más, también leen muchos libros publicados por otras editoriales que no son para las que trabajan.
Aldonza Porrúa, tiene 27 años y seis de estar en el negocio editorial y librero emprendido por su padre, descendiente de los legendarios Hermanos Porrúa; pero hasta hace unos años, dice, “no me había caído el veinte”; otras han hecho un camino ayudadas por la intuición, como Gabriela del Olmo, quien ayuda a concluir el perfil de la edición, donde ocupan un lugar central las mujeres. Ella afirma:
“En este tiempo he descubierto que el oficio del editor está siempre a medio camino entre los cielos de la reflexión y los infiernos de la vida terrenal. ¿O debería decirlo a la inversa?”.
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