Washington, E.U.-
Alto, atractivo, polémico, articulado, cerebral, enérgico y, sobre todo, ultraconservador y católico. Si hubiera que describir en pocas palabras a Paul Ryan, ese sería el currículo más positivo para alguien interesado en asegurarse el voto blanco y conservador.
Pero si uno tuviera que destacar su lado más oscuro o menos atractivo, su enorme nariz y su incansable cruzada a favor de la privatización de la seguridad social de Estados Unidos, serían sin duda alguna su santo y seña. Una causa que lo ha convertido en estrella del Movimiento del Tea Party, pero también en el anticristo del movimiento liberal y en vergüenza de algunos sectores del conservadurismo moderado —entre ellos miembros de la Iglesia católica—, que le han tachado de darwinista y despiadado. Para ensanchar el conocimiento de sus credenciales conservadoras bastaría con mencionar su récord legislativo en contra de un mayor control de la venta de armas, su feroz postura contra el aborto y la anticoncepción, su férrea oposición al recorte del presupuesto militar y al fin de la guerra en Afganistán.
A sus 42 años, este descendiente de irlandeses que emigraron en oleadas desde el siglo XIX, es la imagen del hombre hecho a sí mismo. Miembro de un clan familiar que se dedicó durante cinco generaciones al negocio de la construcción en la localidad de Janesville, Wisconsin, Ryan es el clásico caso de alguien que ha conseguido escalar en el mundo de la política para colocarse hoy en la antesala de la Oficina Oval de la Casa Blanca.
El último político de origen irlandés y de fe católica que consiguió llegar tan lejos se llamaba John F. Kennedy. Ryan no se cansa de repetir que, tras la muerte de su padre, cuando él sólo tenía 16 años, se vio obligado a “crecer más de prisa”. Trabajador de tiempo parcial en la cocina de un McDonalds y vendedor de embutidos de Oscar Mayer, Ryan cursó la carrera de economía y ciencias políticas en la Universidad de Miami del estado de Ohio.
En sus años como estudiante universitario, Ryan decidió aceptar un trabajo en la oficina del senador de Wisconsin, Bob Kasten, su mentor político. El magro salario en el Capitolio le obligó a alternar su trabajo congresional con los oficios de mesero y de entrenador físico en la capital. Al término de sus estudios y luego de una temporada laborando en el negocio de construcción de la familia, Ryan aceptó el apoyo de Kasten para contender por un escaño en el Congreso de EU.
Corría el año de 1999 y Ryan sólo tenía 28 años de edad. Había nacido una estrella del movimiento conservador. Miembro de una generación que, según él mismo ha reconocido, se avergonzó de los años de George W. Bush, Ryan buscó romper con el pasado y se convirtió en la fuerza y en el estandarte detrás del movimiento del Tea Party para exigir mayores recortes al presupuesto del gobierno federal y para impulsar la privatización de la seguridad social, una idea a la que se opuso hasta el último el ex presidente Bush.
Quiere reducir tamaño del gobierno
Lector ávido de Adam Smith, Thomas Friedman, Max Weber, John Locke y Emile Durkheim, las ideas de Ryan a favor de reducir al gobierno a su mínima expresión prendieron en el ánimo del movimiento conservador. Aunque, justo es reconocerlo, sus ideas y propuestas quizá no hubieran tenido el mismo éxito si el presidente de EU no hubiera sido un negro y demócrata llamado Barack Obama, todo un agravio para el hombre blanco, cristiano y conservador.
Precisamente, el momento estelar para Ryan llegaría durante la presidencia de Obama.
El éxito del joven congresista por Wisconsin ha consistido en presentar a Obama como un presidente amante del sistema de gobierno europeo, un político de talante “socialista”, según sus propias palabras. Pero quizá el logro más acabado de Ryan ha sido su plan para “Restaurar la Prosperidad de América”, todo un manifiesto a favor del recorte del presupuesto, la privatización de la seguridad social y la eliminación de todas aquellas funciones del gobierno que no sean “prioritarias”, entre ellas, los programas de servicio social que son el colchón para millones de desempleados o de quienes carecen de seguro médico.
En su primer mensaje al lado de Romney, Ryan dejó en claro que su discurso es el de un conservador obligado a buscar un cierre de filas en estados como Ohio, Virginia y Wisconsin donde el voto del hombre blanco y conservador es mayoría. “Nuestros derechos vienen de nuestro creador, no del gobierno. Este es un momento crucial en la historia. Un momento para elegir entre el camino equivocado que ha trazado Barack Obama o el camino correcto de Mitt Romney”, dijo.
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