Monterrey, N.L.-
“¡Lo corté, lo corté!” fue lo que gritó mi hermana estando hincada sobre un cojín en el piso, llorando al ver que su bebé sangraba, y sosteniendo aún el corta uñas con el pedacito de piel del pequeño.
Asustada seguía diciendo las mismas palabras mientras yo corría de la cocina a la sala para ver lo que pasaba.
Acostado en su columpio, mi sobrinito también lloraba por el dolor de su dedo meñique, y aunque fue una pequeña lesión, la sangre no paraba de correr.
Al verlo, agarré su manita izquierda, en la cual tenía la herida, y mi mano seguía manchándose de sangre.
Mi hermana, aún hincada viendo todo lo sucedido, al fin reaccionó y me llevó una servilleta, y ésta se empapó en un dos por tres de sangre.
“Tráete un limón, ni modo, aunque le arda hay que ponerle”, le dije para evitar que sufriera alguna infección debido a que el corta uñas no se esterilizó.
Todas aquellas que tenemos la bendición de ser madres, sufrimos mucho por nuestros hijos, cualquier cosita nos preocupa y siempre pasamos sustos que nos detienen el corazón por más insignificantes que éstos sean.
Ese fue el primer susto de mi hermana que tuvo con su hijo, de tan sólo 3 meses de edad, y sucedió hace apenas 2 días. Ese viernes es un día que ella jamás olvidará.
Poco después sonó el teléfono y ella contestó, llorando decía “hay ma, es que lo corté, corté a mi bebé y no quiere dejar de sangrar”, siguió explicándole a mi mamá lo que había pasado, colgó y me trajo una toallita para ponérsela en la manita.
“Tranquilízate, no pasa nada, deja de llorar que él estará bien. Fue sólo una cortada, a cualquiera le pasa”, recuerdo que le decía para tratar de hacerla sentir mejor.
“No estoy llorando porque se haya cortado, estoy llorando por el hecho de que yo lo corté, fui yo la que le hizo esto”, me dijo.
Pero mi hermana no es la única que ha pasado sustos con sus hijos, tal es el caso de la señora Gloria María Ávila Obregón, de 51 años de edad y ama de casa, quien tiene una hija y 3 hijos, y uno de ellos, de ahora 24 años de edad, sufrió un accidente cuando tenía tan sólo 4 años.
“Es que él se me ahogó”, dijo la señora Gloria un tanto triste al reencontrarse con aquellos sentimientos y recuerdos de hace 20 años.
Al platicar con ella su hijo estaba ahí y él me describió lo sucedido, según recuerda.
“Pues una vez en Manzanillo, Colima, estábamos en las albercas y pues yo estaba en el chapoteadero con mi hermana, y mis otros dos hermanos estaban en la alberca grande, y yo me quería ir a esa alberca con ellos pero mis papás no me dejaban”, voltea él con su madre haciéndole cara de reproche por no haberlo dejado ir.
“En un descuido de mis hermanos y de mis papás me salí del chapoteadero y me fui a la grande pero donde no pisé bien el escalón pues me caí y me fui hasta abajo del agua y me ahogué”, comenta René Flores Ávila.
“Por suerte un señor me sacó pero fui a dar al hospital muy grave y creo que estuve un día internado y pues un poco grave porque me ahogué”, dice con una sonrisa nerviosa.
“Ese ha sido el mayor susto que he tenido con este muchachito”, apunta la señora Gloria a su hijo “y la verdad pensé que estaba más pa´ya que pa´cá porque cuando lo sacaron del agua estaba inconsciente y no respiraba. Me sentía destrozada, impotente, pero más que nada me sentía culpable por no haberlo cuidado mejor y tenerle el ojo encima”.
Pero ya cuando vió que en el hospital todo fue mejorando me sentí mucho mejor y lo primero que hice fue darle gracias a Dios, comenta para luego abrazar a su hijo.
Y aunque la señora Gloria ya tiene a sus hijos grandes, hay quienes aun están en el proceso de verlos crecer, educarlos, y claro, pasar sustos con ellos, como Erika Cosey, de 24 años de edad, profesionista y madre de Mariana Guadalupe, de un año y medio de edad.
“Nombre, desde que estuvo en el vientre hasta ahorita es un susto tras otro, tras otro y tras otro con esta niña”, dice Erika mientras juega con Marianita.
“El primer susto que me dio fue cuando estaba embarazada, pero ya tenía como una semana que no sentía sus movimientos, ya estaba en los últimos del embarazo. Mi marido estaba de viaje y ni como ir al hospital a checarme porque ni carro tenía”.
“Otro fue cuando nació, que pesó poco más de 2 kilos y me dijeron que tuviera muchos cuidados con ella porque después se me iba a enfermar mucho, desde entonces me preocupé”, dijo cruzando los brazos para checando a su niña y seguir contando todo por lo que ha pasado a lo largo de este año y medio.
“Si vieras, desde que la metí a la guardería para yo poder trabajar, te juro que se me enferma fácil cada 15 días. Pobrecita mija, tan chiquita y le tengo que dar 4 medicamentos diferentes para que se le quite que la gripa, que la temperatura, que la tos, que el dolor de panza”.
Y cada vez que se enferma paso sustos, preocupaciones y desvelos enormes, pero pues tengo que trabajar, y si tengo que trabajar la debo de dejar en la guardería, y si la dejo ahí se me enferma seguido, y si se me enferma seguido paso sustos.
“En fin, es un círculo vicioso”, platica Erika al mismo tiempo que se aleja un poco para ir a cargar a su hija.
Y aunque los sustos que pasa Erika con su hija son de pequeñas enfermedades, como la gripa, aún así es preocupante que su hija se enferme cada 2 semanas, no sé qué haría yo si pasara lo mismo con mi hijo.
Otra persona que ha pasado el mayor susto de su vida es la señora Matilde Sáenz, de 55 años de edad.
“El año pasado mi hijo tuvo un problema en el pecho, él sentía como que una costilla la tenía saltada y lo llevamos a que se realizara unos exámenes, yo pedía a Dios que no fuera nada grave, porque mi hijo tenía solamente 23 años, con mucha vida por delante”, platica la señora Matilde al recordar lo sucedido.
“Cuando nos dijeron que probablemente era un tumor lo que tenía, el mundo se me vino abajo. Decidimos llevarlo con un especialista y nos dijeron que no nos preocupáramos, que no tenía nada”.
Por fortuna la señora Matilde sólo pasó por un susto y nada más.
Mi madre no se queda atrás, me estuvo contando de las veces que mi hermana y yo sufrimos accidentes. Recuerdo uno en especial, mi hermana tenía 7 y yo 5 años de edad. Estábamos en esa etapa en la que yo la seguía a todas partes y ella era la que me cuidaba cuando mi mamá estaba ocupada trabajando, haciendo de comer, lavando la ropa o limpiando la casa.
Antes vivíamos en una casa de tres pisos allá en Apodaca. Recuerdo muy bien que el baño de abajo no servía y teníamos que ir al de la segunda planta. Ese día mi mamá estaba trapeando y Karinna, mi hermana, le dijo que tenía que subir al baño.
“Llévate a Celeste para que no se ande resbalando aquí con el agua”, le dijo mi mamá a Karinna. Me agarró de la mano, salimos al patio y subimos las escaleras.
Al momento de meterse al cuarto para hacer del baño me dijo “espérame aquí, no te vayas” y yo como buena hermana no le hice caso y me resultó divertido irme a esconder de ella, solo que no me escondí en ese piso, quise bajar y esconderme por donde estaba mi mamá. Sólo recuerdo haber pisado mal un escalón y rodar por las escaleras.
“Escuché un ruido y salí a ver qué pasaba y te encontré tirada en el piso llena de sangre” dice mi mamá. “Lo primero que hice fue cargarte y gritarle a tu madrina para que me ayudara a subirte al carro y llevarte al hospital”.
“Si nos diste un buen susto, pero la regañada la recibí yo”, dice Karinna con aires de ofendida.
“Y siempre que te pasa algo, hasta el momento, a la que regañan es a mí, a la que le dicen es a mí, a ti nunca te dicen nada” comenta burlándose y volteando a ver a mi mamá”.
Los sustos más difíciles por los que se puede pasar son los relacionados con la salud de tus hijos, pero hay otros factores, como la solvencia económica, que también te causan ruido y preocupaciones.
Tal es el caso de mi prima Jazmín, que aunque no la he visto desde hace 5 años, el primer susto que pasó fue al saber, a sus 17 años, que estaba embarazada.
El día de su boda toda la familia tenía cara de tristeza, y más sus papás, y con mucha razón ya que su hija, a los 17 años, se estaba comprometiendo a pasar su vida con un muchacho que conoció a los 15 años, 5 años mayor que ella y con muy poca solvencia económica para mantenerla a ella y a su hija.
Pero ella decidió casarse y afrontar su responsabilidad de ser madre. Actualmente vive con su esposo y su hija de casi 3 años en un pequeño cuarto que rentan, muy apenas les alcanza para vivir muy modestamente y ella ya trabaja y trata de sacar adelante a su niña. El susto diario de ella es el saber si tendrá dinero para que el día siguiente pueda darle de comer a su pequeña niña.
Al igual que todas estas mujeres, yo también he pasado sustos con mi hijo. Patricio tiene un año y 5 meses de edad y es muy inquieto, camina, corre y sube las escaleras. El mayor susto que tuve con él fue cuando tenía 9 meses de edad.
Lo tenía en la cama y había un espacio entre la cuna y la cama, en un descuido, al agarrar un pañal, se me cayó. Se pegó contra la cuna en su cabeza y se abrió el labio. Rápidamente lo llevamos al hospital para que lo checaran.
Antes ya se me había caído de la cama, pero nunca se había golpeado fuerte en la cabeza y mucho menos sacarse sangre. Me asusté porque no dejaba de llorar, se le hinchó su labio inferior y tenía un fuerte moretón en la frente. Ese fue el primer golpe fuerte de mi hijo. Ahora también se cae y se golpea, pero porque anda de travieso. Aún así siempre ando detrás de él para cuidarlo y que no se vaya a caer de las escaleras o golpearse con alguna mesa.
Como madre, tengo también todas esas preocupaciones y sustos, todo lo que se relacione con mi hijo, su salud, su educación, su forma de vida, me preocupa. Sé que ahora tengo el apoyo de mis padres para salir adelante económicamente y para poder darle lo mejor a mi hijo.
Pero apenas sea totalmente independiente, tendré que arreglármelas sola para poder mantener de la mejor manera a mi bebé. El mayor susto que me pueda dar es el no poder satisfacer sus necesidades, el no poder darle la mejor educación, el no poder dejarle un buen patrimonio.
Sé que esto no solamente lo pienso yo, sino todas las mamás, ya sean solteras, primerizas, con muchos o pocos recursos, que se pasan el día pensando en si su hijo (a) ya comió, en cómo le harán para comprarle pañales, en saber si lo aceptarán en la escuela que solicitó, en saber si está bien con la abuelita o en la guardería, en saber si no tuvo algún accidente de carro, si sacó buenas calificaciones.
En fin, son muchos los sustos y preocupaciones por los que pasamos, pero al final de cuentas lo único que queremos es que ellos estén bien, gocen de buena salud y hagan lo que más les guste, jueguen, se diviertan y tengan una buena vida.
Redactó Celeste Isabel Arriaga, alumna de Comunicación del ITESM.-
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