México, D.F.-
Cruz Azul mostró sangre, espíritu y tuvo poder de reacción para superar sin excusas, sin ningún pretexto, a un rival de prosapia como el Monterrey.
Anotó Omar Bravo, La Máquina se metió en zona de calificación y los cumpleaños de Enrique Meza y del propio Bravo tuvieron su mejor regalo.
Era el tiempo de Omar. Lleva más de 100 goles en México, pero el de este sábado lo festejó como si fuera el primero.
Omar Bravo no es hipócrita y en el grito que dio para celebrar su primer tanto como cementero sacó toda la presión contenida, toda la pasión que un gol desata.
Feliz cumpleaños Omar, un Omar que amanece hoy con 32 años sobre su espalda y con una gran pena menos en su cabeza, gracias a un gol.
El tanto llegó un año y seis meses después de su último grito en el torneo mexicano, pero esta vez, la anotación valió tanto como la victoria de 4-3 sobre el Monterrey.
Quizá los reflectores se tendrían que ir sobre el “Chaco” Giménez, quien marcó dos goles, el primero para iniciar la reacción y el segundo para dar la remontada, ya que los Rayados se fueron arriba con un tanto de Aldo de Nigris a servicio de César Delgado, quien en su regreso al estadio Azul dividió opiniones; quizá la atención se la podría llevar Maranhao, quien fue factor con sus desbordes y servicios o quizá el “Tito” Villa, quien anotó el cuarto, que al final marcaría la diferencia.
Pero no, era el día de Omar, de un Bravo que no es hipócrita, un Bravo que sabía su realidad, pero él la volvió fantasía cuando gritó su gol para gestar el milagro del gol.
Victoria justa para los Cementeros porque se mostró sangre después de un pésimo inicio; justa porque reaccionaron de inmediato cuando Maranhao se metió al área y provocó que el ex azul, Ricardo Osorio, lo zancadillara para el penalti que el “Chaco” hizo gol. Justa porque en el segundo tiempo apostó por el buen juego para sacar diferencia y justa porque al final frenó el intento de reacción regia, cuando Humberto Suazo acortó el marcador.
El juego era de Bravo. En el inicio fue el de siempre, mucha lucha… poca efectividad.
Estuvo cerca del gol cuando se marcó la pena máxima, pidió el balón pero al final respetó la jerarquía de Giménez como tirador oficial, quizá, sólo quizá, pensó que esa no era manera de romper con el maleficio. Navegó el resto del juego hasta que sucedió… El balón venía justo a su posición, justo a su frente y de su frente se fue a las redes. El grito fue del más alto decibel que ahogó el grito realizado por todo el estadio Azul, un grito que llevaba días, semanas, meses y un año ahogado. Pero no se quedó en eso, tuvo uno más que al final se le contó a Emanuel Villa.
El gol de José Basanta en el tiempo de reposición no despertó ninguna angustia para los Cementeros. El árbitro pitó el final y Omar alzó los brazos. Recordó a su abuelita, quien lo observa desde el cielo, buscó en la tribuna a su mamá, esposa e hija y se dejó envolver por el Azul que se rendía, al fin, ante un hombre al que antes abucheó.
Y así, el periplo de Bravo acabó: “No soy hipócrita, sé que me hace falta el gol”, dijo ya con el deber cumplido puede festejar hoy a lo grande su cumpleaños 32.
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