Madrid, España.-
En enero de 1953, José Saramago, que por entonces era un joven de apenas 30 años de edad, apasionado de la literatura, pese a ser hijo y nieto de analfabetas, aconsejado por un amigo llevó una novela que había escrito a una editorial portuguesa con la esperanza de que se la publicaran.
Bajo el título de “Claraboya”, contaba la vida de varias familias en un edificio de Lisboa, en el que se mostraban sus frustraciones, anhelos, nostalgias, ilusiones, miedos, alegrías y tristezas con la dictadura de Oliveira Salazar, la más longeva de Europa, como telón de fondo.
Pese a que la novela tenía interés y estaba bien escrita -Saramago había dedicado muchos años en escribirla-, la editorial no sólo decidió no publicarla sino que ni si quiera le dio una respuesta al escritor, quien se llevó una gran decepción.
“Aquel desprecio le dolió mucho, se sintió humillado”, contó su viuda y traductora, Pilar del Río, durante la presentación del libro décadas después de su escritura. Y le sumió en un silencio durante los siguientes 20 años.
“El editor la leyó y por eso no la publicó”, explicó del Río. “Porque era un libro muy duro para la época en la que se pretendía publicar, donde la familia que es el pilar de la sociedad, es un nido de víboras. Donde aparecen violaciones, malos tratos y relaciones lésbicas. Cosas que no podía soportar la sociedad portuguesa de los años 50 y menos de un autor que no era reconocido como Saramago”, añadió.
“Me imagino que la guardaron para tiempos mejores, pero no pensaron que la dictadura de Salazar iba a durar tanto”, explicó.
En 1989, el manuscrito apareció. Un día el Nobel estaba afeitándose en su casa cuando sonó el teléfono. La editorial a la que se lo había enviado años antes, en una mudanza había descubierto el manuscrito y le proponía publicarlo. Saramago fue a buscar el texto pero rechazó la propuesta. “Obrigado (gracias), pero ahora no”, les respondió. Y le pidió a su esposa que aquel texto no se publicara mientras viviera.
“Durante muchos años dijo que no quería verla publicada en vida, pero también advirtió que quien estuviera detrás cuando él muriera podía hacer lo que quisiera. Todos sabíamos que era conveniente publicarla y por eso lo hemos hecho”, relató Del Río.
Sin embargo, el propio escritor, que se refería a la novela como “el libro perdido y hallado en el tiempo”, no la volvió a leer nunca después de tantos años. “Pero la recordaba muy bien porque tenía muy buena memoria”, contó del Río. “Sabía que estaba bien escrita, que tenía interés y que respondía a una época”, relató.
Su viuda reconoció que le “emocionó” leer las páginas de ‘Claraboya’, obra que le provoca cierta nostalgia porque es una novela que prioriza las pequeñas cosas como “sentarse a escuchar la radio en la cocina, que son las que nos hacen felices o las que nos hacen más grandes”. En ella, el novelista muestra su capacidad para adentrarse en el alma de los personajes y captar sus sufrimientos, sueños, mezquindades y grandezas.
En opinión de Del Río, la novela es “transgresora, pero también es un presagio del inmenso escritor que Saramago sería”, y supone “la puerta de entrada al universo de Saramago. Será un descubrimiento para cada lector. Como si un círculo perfecto se cerrara. Como si la muerte no existiera”, aseguró.
El escritor José Saramago murió el 18 de junio de hace dos años en la isla de Lanzarote.
Hacía un mes había empezado Albardas, un libro sobre el tráfico de armas del que solamente hay 40 páginas escritas.
Este jueves, su viuda anunció que con esta obra se realizará un proyecto más allá de lo literario, donde se involucrarán “diferentes países”.
El siguiente objetivo sería entonces publicar el teatro de Saramago y “Tierra de pecado”, su primera novela que fue publicada en 1947.
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