México, D.F.-
Estimados Srita. Abenshushan y Luigi: En resumen, estuvo bien criticar una situación “indignante” y “que no se debe tolerar”. Pero soy un bienpensante, simplista, maniqueo, moralista, alarmista, malalechista, santurrón, puro, fiscal, conservador, policiaco, linchador, pacato y reduccionista.
Merezco esa retahila por no haber acostado mi crítica en una camita de historia y cobijarla con teorías. La próxima vez que alguien me quiera robar habré de leerle “Vigilar y castigar” de Foucault antes de defenderme.
Por otro lado, la andanada de calificativos es muy simpática.
Aunque es mucho más simpático todavía suponer que en un artículo como el de Alatriste sobre Oscar Wilde (véase en línea: http://www.scribd.com/doc/824
54589/Plagio-substancial-de-Alatriste) haya que celebrar virtudes apropiacionistas, rebeldes, iconoclastas, insumisas, opuestas al “poder”, lúdicas, provocativas, anti buenas maneras y, en suma, revolucionarias.
Cruzar lo que hacen Alatriste o Loaeza o Steinsleger con Montaigne, Stendhal o Perec no deja de tener, debo reconocerlo, una encomiable osadía. Tanta como suponer que cuando el “Púas” Olivares soltaba un madrazo se sabía el nombre de todos y cada uno de los músculos involucrados: es simpático, pero inverosímil. También es simpática la idea de que un boxeador que sí se supiera el nombre de sus músculos tendría, sólo por eso, más punch, y que su adversario se sentiría más vulnerable.
Y ya metidos en la simpatía (uso la palabra así nomás, y perdonarán que no la cuelgue del tendedero de Barthes), creo que también es simpático que esta extensa masticada académica de un bolo alimenticio que ya es rancio hasta en Francia (recomiendo como pasta de dientes las primeras 100 páginas del nuevo libro de Harold Bloom: “La anatomía de la influencia”) culmine en una extraña cuita: lo que escribimos “los fiscales… evita la auténtica discusión de fondo o, en todo caso, la que a nosotros nos interesa”.
Ofrezco disculpas. La próxima vez que vaya a escribir algo les aviso antes para saber si me autorizan el “fondo” y si se ajusta a lo que a ustedes interesa. (Aunque, francamente, no veo por qué lo que en el fondo les interesa a ustedes deba obedecer a estímulo externo: equivaldría a aceptar que, en el fondo, o no les interesa tanto, o que carece de suficiente fondo).
Para terminar: los felicito por la expresiva imagen del plagiario que se aleja “como un ave abatida que se arrastra por el suelo”. Es muy conmovedora. Y además impide que alguien crea que un ave abatida puede arrastrarse por el aire (o sea: volar). Aunque lamento desde ahora que una imagen así de original no vaya a ser muy apropiacionistable.
Guillermo Sheridan.
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