Madrid, España.-
Hace unos meses, Ana González Mazo, investigadora del Museo del Prado, se llevó una de las sorpresas más grandes de su vida. Veía las radiografías que había mandado hacer a una copia de La Gioconda cuando descubrió que el trazo del artista era igual al de Leonardo da Vinci, autor del cuadro original.
Es decir, que había sido realizado por un discípulo del maestro. Y que ambos, pintor y discípulo, lo habían pintado a la vez y en el mismo lugar: el taller del maestro.
“Fui consciente de que no era una copia tradicional. Enseguida supe que se elaboró siguiendo las correcciones del maestro y repitiendo los mismos trazos que daba él. Y que el cuadro era la versión más importante de las conocidas hasta el momento”, contó en la multitudinaria rueda de prensa que se llevó a cabo para presentar a la hermana gemela de la Gioconda tras los impresionantes trabajos de restauración.
El cuadro había estado 14 años expuesto en el Museo del Prado pensando que era una copia más de las que se hicieron posteriormente, pero las labores de restauración descubrieron un paisaje al fondo que había estado tapado por un fondo negro. Tras meses de trabajo se “raspó” todo el repintado negro y se descubrió que el autor había sido uno de los discípulos de Da Vinci. “Tanto el dibujo como las correcciones que iba haciendo Leonardo las iba repitiendo el autor de la copia del Prado. Y eso solo lo puede hacer alguien que está trabajando al lado del maestro”, aseguró Almudena Sánchez, quien realizó las labores de restauración.
Sánchez explicó que el repinte negro que tenía el cuadro y que se hizo hace 250 años “seguramente por moda de la época” se pudo quitar gracias a que abajo había un barniz que protegía la pintura. Algo que no se ha podido hacer con la Gioconda de Da Vinci, pues las capas de barniz están oxidadas. “Cuando nos dimos cuenta de que podíamos quitar la capa sin peligro lo hicimos, fue una auténtica revelación porque empezamos a descubrir el paisaje que había debajo, los trazos, colores y dibujos”, relató.
Euforia
El martes la sala 49 del Museo del Prado era un hervidero de gente. Era la primera vez que el cuadro se exponía al público y a la prensa. “Igualito que el del Louvre de París”, decía Luisa, una mujer de unos 60 años, aficionada al arte y visitante asidua del Prado. “Aunque este se conserva mejor”, añadía mientras la seguridad del museo impedía hacer fotos incluso a periodistas. “Me gusta más éste que el otro”, respondía su amiga María. “En este se ven los trazos mucho mejor, la Gioconda tiene cejas y el paisaje es más nítido”, añadía mientras hacía fotos a la obra que se expone sin vitrina, a diferencia de la original.
El cuadro estará expuesto en el museo español hasta el 13 de marzo. Luego viajará a París, donde 500 años después se encontrará con su hermana gemela con motivo de la exposición “La última obra de Leonardo da Vinci. La Santa Ana” que está organizando el Museo del Louvre.
Precisamente fue esa exposición la causante de que hace dos años el Museo del Prado comenzara la investigación. Estudios que nadie pensó concluirían con el descubrimiento de una obra de arte que permitirá averiguar muchas cosas del artista.
“El estado de conservación de la tabla y de la pintura es extraordinario y eso permitirá comprender muchas más cosas sobre el original”, según González.
El jefe del departamento de Pintura Italiana del Museo del Prado, Miguel Falomir, dijo: “Ya sabemos que no es cierta la visión romántica del genio que trabajaba sólo; pronto sabremos más cosas de él”.
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