México, D.F.-
El ser humano pertenece al género animal, esto implica una serie de necesidades que pueden escapar de la idea de libertad: estamos sometidos inexorablemente a unas condiciones anatómicas, físicas, temporales y espaciales sobre las que nuestra voluntad interviene muy poco o nada.
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la libertad es uno de los valores más apreciados y por el que se ha luchado, se ha muerto, se ha matado, se ha sufrido, se ha soñado, se ha escrito; ha habido guerras, revoluciones, amotinamientos, llantos, héroes y mártires.
No sabemos en qué medida somos libres, pero damos por descontado que lo somos y actuamos en consecuencia, deseamos que nos dejen hacer lo que queramos, que no nos sometan a servidumbres de ningún tipo. Y naturalmente, los niños también lo desean y tienen todo el derecho a ello.
Por todo esto, el primer paso para hacer libres a nuestros hijos es enseñarles y ayudarles a pensar, a tener los ojos y la mente abiertos, a tener sentido crítico y no ser esclavos del pensamiento de los demás.
De hecho, hasta ahora hemos hablado de responsabilidad, tolerancia, diálogo, generosidad, sinceridad, pero sería imposible entender todos estos valores sin estar convencidos de la libertad.
Enseñar a ser libre es enseñar a aceptar el error, a aceptar las consecuencias de las propias decisiones, a arrepentirse, a pedir perdón, a respetar la libertad de los demás, a no ser libre a base de someter a otros, a trabajar para que todo el mundo sea libre…
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