Tamaulipas, a cinco meses de la fecha clave para cambiar el rumbo del país, recibió en su capital Ciudad Victoria a un Enrique Peña Nieto quien llegó al Poliforum saludando, tomándose fotos y abrazando a todos a su paso, acompañado de su esposa.
Para iniciar el evento, un Lucino Cervantes institucional y breve; luego una Cristina Díaz brava y claridosa; y lo impactante, un Enrique analítico y contundente. Ese, sería el resumen en la tribuna del Poliforum de Ciudad Victoria, hoy 2 de febrero de 2012.
Cuando Lucino, como primer orador, adelanta que el plan que EPN proveerá a la nación se forjará en el crisol del respeto y la sensatez, brilló en el horizonte de Tamaulipas la esperanza de volver a vivir en esa paz que por desgracia se perdió paulatinamente desde que la PGR está en manos panistas desde 1994.
Esa aseveración significó para los buenos entendedores, que la procuración de justicia retomará su cauce institucional y no será nunca más marginada.
Cuando Cristina, segunda en el turno al micrófono, confirmó que en 12 años el gobierno federal panista nos ha sumido en un problema mayúsculo, los que vivimos a diario la zozobra de salir a la calle con el miedo de vernos inesperadamente en medio de las situaciones de riesgo, comprendimos a que se refería y, desde luego que, aplaudimos su valentía de decirlo desde esa tribuna.
Y si como agrega, existe la voluntad política del CEN del PRI para defender al priismo activista de las prácticas facciosas en la aplicación de la ley, ya podemos ir pensando en que efectivamente, el estado de derecho no será moneda de cambio durante este proceso electoral y que el tiempo de la paz está cercano.
Finalmente, llegó al pódium Enrique Peña Nieto, agradece la hospitalidad como preámbulo y después de invocar la unidad, asegura que el tiempo del PRI ha llegado y que la victoria no será solamente de los priistas, sino de todo México.
Ahí, en ese prohemio, es donde los priistas tamaulipecos entendimos más claramente que trabajar en la estructura partidista con miras a ganar las elecciones, conlleva la gran responsabilidad de conducirse con integridad para imprimirle al país, como dijo Enrique Peña Nieto, un verdadero cambio.
Y si hubiera una fibra sensible que aún no queda sanada en el priismo de Tamaulipas, esa es la del recuerdo de Rodolfo Torre Cantú, a quien Enrique recordó con seriedad republicana con un homenaje traducido en aplauso que trajo a la memoria la imagen del doctor amigo.
Hoy recorremos el país, dijo, para fortalecer la identificación con quienes comulgan con las ideas y la doctrina de nuestro partido y también con quienes quieran lograr que la dirección del país tenga un mejor horizonte. No queremos solamente competir para ganar, sino iniciar un nuevo rumbo, puntualizó.
Pero aún no concluía EPN su misión. En su discurso, siguió el balance del gobierno del PAN, que ha llenado la canasta nacional de los rezagos, con pobreza, desempleo y crecimiento pírrico.
Como si fuera video que pasara por las mentes de los que lo escuchamos, el candidato presidencial del PRI con sus palabras, nos proyectó imágenes de la violencia que hemos vivido desde años recientes como resultado de la guerra que nadie, absolutamente nadie, pidió.
Y dijo bien, cuando aclaró que el combate a la criminalidad no es tarea de partidos políticos, sino una obligación de Estado; con esas palabras nos alienta, porque significa que comprende que la justicia debe procurarla exclusivamente la estructura gubernamental que constitucionalmente fue diseñada para ese propósito.
Dicho esto, precisamente cuando la gente se emocionaba por la esperanza de volver a vivir en paz, en tono más alto Enrique Peña Nieto cerró el párrafo invocando con energía, la paz, la seguridad y la tranquilidad para las familias de todo México. Con ello, arrancó el espontáneo aplauso de un pueblo pisoteado por las crónicas irresponsables de periodistas que sólo saben escribir y hablar desde lejos.
Luego se tornó didáctico. “Déjenme decirles que está pasando” dijo, para pasar al tema que todos los políticos y observadores nacionales y extranjeros estaban esperando: la defensa a Manuel, a Tomás y a Eugenio.
“La campaña aún no empieza –agregó– pero los ataques ya empezaron”.
Pero “no vamos a caer en la provocación. Vamos a hacer una campaña de compromiso; porque el PRI está comprometido con el estado de derecho”. Así, abría paso a frases que en la lógica circunstancial que atraviesa el proceso electoral, permiten ver que él, como el resto de los ciudadanos, opina que el gobierno federal ha iniciado una estrategia mediática de desprestigio contra los operadores más destacados del Partido Revolucionario Institucional, usando verdades a medias vertidas con el sigilo del anonimato oficial.
No se puede –dijo– aplicar la ley, violando la ley. Otro aplauso lo interrumpió. Y al decir “queremos garantías para elegir nuestros representantes sin que se utilicen recursos facciosos” todos entendimos, a que se refería. Todos comprendimos que comparte con los priistas la frustración y la decepción de ver la manera en que el gobierno federal pretende intimidar a nuestra corriente política.
Enrique Peña Nieto no se equivocó cuando dijo que los mexicanos defenderemos nuestra democracia y no dejaremos que amenazas a partir de prácticas autoritarias, nos paralicen. De hecho, su visita resulta por demás alentadora inmediatamente después de que tres de nuestros ex gobernadores han sido irresponsablemente difamados ante la opinión pública con evidentes fines electorales.
Con estas palabras y con su presencia solidaria, Enrique Peña Nieto se aseguraba de que los rostros, brazos y voces de los priistas, a quienes pidió que lleven ese mensaje a todos los rincones de Tamaulipas, cumplirán eficazmente con la encomienda.
Tamaulipas, golpeado severamente por periodistas que se dicen “nacionales” y que sin venir hasta acá se regodean en asientos de piel durante programas de televisión nocturnos producidos en el Distrito Federal, sintió un respiro.
Por eso, el entusiasmo que llenaba el Poliforum de Ciudad Victoria, hizo que Enrique Peña Nieto celebrara que se había contagiado. Lo mismo sucedió con el espíritu de lucha de los hombres y mujeres de Tamaulipas que creen en la Democracia y en la Justicia Social.
Finalmente hizo una petición a cinco meses de la elección federal. Que Tamaulipas sienta que él es tamaulipeco y que lo haga uno más de los suyos. Quiero, terminó exclamado, cumplirle a Tamaulipas y a México.
¡Vamos a ganar la Presidencia de la República!, concluyó.
Al término del evento, la unidad priista quedó confirmada; el triunfo electoral en la carrera presidencial se fortalece; y la certeza de cambiar a México, quedó perfectamente establecida en el pensamiento de los habitantes de Tamaulipas.
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