Guadalajara, Jal.-
La vestimenta es blanca. Simboliza la paz. Cerca de cien jovencitos llevan ese color. “Párense alrededor de la República”, les dice quien los organiza, a través de un megáfono. Niños y niñas siguen la indicación. El contorno del mapa de México, en el centro del campo, así, de repente, se llena de vida con seres que respiran ilusión.
En la salida del vestidor, los jugadores de Chivas esperan pacientes su ingreso a la cancha del estadio Omnilife para tomarse la fotografía oficial del Torneo Clausura 2012. Hay sonrisas. Hacen a un lado el cansancio provocado por el extenuante entrenamiento de las 08:30 horas. Ahora, sólo hay lugar para un ambiente de camaradería.
Cuando los pequeños terminan de acomodarse, la República Mexicana queda debidamente dibujada en el círculo central. El blanco de sus vestimentas contrasta con el verde césped sintético. Cada color es de un diferente matiz emocional: el primero simboliza la esperanza, el segundo encierra la pasión del futbol.
Pero en el centro del mapa hay un vacío. Los jugadores rojiblancos caminan hacia él. Llevan la camiseta de juego y el pants oficial. La mañana del último día de enero es fría. Ahí, los integrantes del plantel, acompañados de cuerpo técnico y directiva, forman un corazón.
La nueva campaña publicitaria del Guadalajara se refleja en la fotografía oficial: “Chivas, corazón de México”. Las sonrisas permanecen. Los niños se emocionan al ver de cerca a sus ídolos. El megáfono vuelve a sonar. Las últimas indicaciones. La imagen se tomará desde dos perspectivas: el primer lente está en la tribuna, arriba del palco de prensa; el segundo está sobre la cabeza de los jugadores, en la estructura que pende del techo desde los pasados Juegos Panamericanos.
Cuando todo está listo para la primera toma, la historia sale del guión programado. Antonio Gallardo se desvanece en medio de sus compañeros. Miguel Ponce levanta la mano para pedir atención. “El Pocho” junto a Édgar Mejía toman al caído. Intentan levantarlo. El kinesiólogo Luis Fossati y el doctor Narciso López llegan para ayudar.
Se llevan a Gallardo de inmediato. Lo cargan entre los cuatro. Rafael Ortega, presidente deportivo del equipo, los sigue por un lado. En la enfermería recibe atención. El ambiente que minutos era de sonrisas se vuelve de incertidumbre. La formación se rompe. Algunos niños van al baño.
Pasan 10 lentos minutos y el futbolista, repuesto después del desmayo, reaparece en la cancha. A paso lento, retoma su lugar. Lo mismo hacen los demás. Los niños lo reciben con entusiasmo. “¡Gallardo, Gallardo!”, gritan. Tras el susto, el protocolo sigue adelante. Las fotografías se toman desde las perspectivas acordadas y el día termina sin nada que lamentar.
Tras la fotografía, el técnico Ignacio Ambriz habla de los cambios que ha vivido en sus primeros días con el Rebaño Sagrado. La experiencia es completamente diferente a lo que experimentó con San Luis. Este martes se ha dado cuenta, tras el incidente de Gallardo.
“Son los riesgos de venir a entrenar a una institución grande. Sí te cambia el panorama, porque en San Luis entrenaba y no había tantos medios, de repente no había ni afición, pero aquí estás en el ojo del huracán, el detalle de que ‘Gallardito’ se desvanece y todo mundo tomó la foto”, explica.
“Es una responsabilidad estar aquí y la asumo, no me espanta. Lo que hago es trabajar para que este equipo haga lo de hace dos meses, jugar bien al futbol”, asegura.
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