México, D.F.-
Si en “Autoconstrucción” el artista Abraham Cruzvillegas abordó la identidad nacional, es la identidad individual la que pone en primer plano en la exposición “Nuestra imagen actual: Autorretratos recientes”.
Esta serie de siete dibujos de tres por cuatro metros toma prestado el nombre de una pintura de David Alfaro Siqueiros, “Nuestra imagen actual”. Cruzvillegas, cuyas obras suelen ser esculturas e instalaciones en lugar de piezas bidimensionales, retoma un ejercicio que a sus 17 o 18 años de edad ya acostumbraba, el de dibujar primates.
En la galería Kurimanzutto exhibe estas piezas que tienen en común con Autoconstrucción el uso de materiales básicos: en el primer caso eran obras que revelaban una arquitectura -o falta de ésta- a partir de lo reciclado, lo encontrado; ahora, en los dibujos que componen “Nuestra imagen actual” no hay una pretensión del artista por cuidar la perfección ni usar los mejores materiales: al contrario, con un papel blanco barato, kraft, pintura negra para portones y una escoba que hace las veces de pincel trazó los dibujos de primates como el orangután, el gorila, el bonobo, el chimpancé, el macaco o el babuino… Algunos hechos de un solo trazo.
Los hizo con el papel sobre el piso y barriendo, literalmente, con la escoba con tinta; fue un proceso muy corporal, sin bosquejo, con la foto de un mono a tamaño carta sobre la pared. “El acto de dibujar estos monos fue muy elemental, intuitivo, no conceptual: solo existió el acto de hacer”, dice el artista.
Más que ver las diferencias entre humanos y el resto de primates. Cruzvillegas reconoce las semejanzas: “Hay cosas más poderosas que nos unen a ellos, más de las que nos separan. En nosotros hay una violencia consciente, destructiva, en ellos es una violencia instintiva, de defensa. De lo que nos une, me encanta pensar en la cuestión de una sexualidad abierta, por ejemplo en los bonobos, un animal que es, en cuanto a su conducta, lo más parecido a los humanos: son los únicos que tienen sexo oral, los únicos primates que tienen sexo en la posición del misionero, los únicos que se dan beso de lengüita; el centro de sus relaciones sociales son el sexo y la comida. Yo siento que eso nos hermana. Nosotros lo disfrazamos, lo ponemos entre comillas, entre paréntesis o velado, y esos animales lo disfrutan plenamente”.
Tras hacerse preguntas en torno de la identidad nacional, el artista buscó algo más cercano en esta serie: “¿quién soy, de dónde vengo, por qué y, más lejos aún, qué soy?”.
“Entendí hace mucho que soy un primate como todos los seres humanos, no somos monos, pero genéticamente somos primates. Esa animalidad que está en nosotros me impresiona mucho”.
El artista cree que como humanos tratamos de negar la animalidad y el instinto. “Apelo a la idea de que preferiría, en un momento dado, vivir en una sociedad como la de los orangutanes que en la que vivimos; por ahí va la idea de la animalidad y el instinto en cuanto a políticamente asumir esa cosa como ideal, o sea preferir ser un animal que vive en la selva a estar en un país con un presidente que está haciendo una guerra supuestamente contra un enemigo del cual es cómplice. Comparando esas sociedades, como una ironía, yo preferiría vivir en la sociedad de los chimpancés”.
En sus investigaciones sobre el tema, ha compartido con la primatóloga Laura Martínez y el biólogo chileno-argentino Federico Heller. “A través de él aprendí de los bonobos, en El Congo, que son endémicos de una zona en particular, y están siendo depredados porque sólo en esa zona se obtiene un mineral para hacer los chips de los celulares, y las compañías explotan a la gente y esa gente se muere de hambre y se come a estos animales”.
Aunque este tipo de hechos han aparecido a lo largo de la investigación, Cruzvillegas niega que pretenda dar un mensaje: “Como cualquier investigación, son referencias que nutren, pero no tiene que hacerse patente en el resultado. Quedan en mí. En medio hay un espacio abierto de interpretación, como en cualquier obra. No quiero educar ni dar un mensaje mesiánico”.
Cruzvillegas reflexiona que entre algunos primates hay guerras por alimentos y territorios, pero son distintas a las de los hombres:
“Los chimpancés, por ejemplo, organizan guerras de guerrillas, y hacen estrategias… se friegan a los otros, secuestran a los más chiquitos y se los comen, son mucho más brutales, pero más sinceros, y la manera en que se manifiesta la razón de la guerra es muy distinta a lo que podrían manifestar ahora los gringos en hacer el bloqueo a Irán y cerrar el estrecho por donde se saca el petróleo: estas guerras son más perversas. Me impresionan mucho estos animales, los veo muy hermosos, me considero cercano a ellos, soy instintivo, creo que no soy hipócrita, pero soy humano, desgraciadamente”.
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