Zapopan, Jalisco.-
Uno, dos… Christian Benítez emprende la carrera. Se quita a los dos primeros rivales de encima. Las piernas potentes. El corazón decidido. La mirada sólo de reojo observando el arco. A final de cuentas, como todo gran delantero, ya sabe dónde está.
Tres… La desesperación se apodera de Estudiantes-Tecos cuando el tercer zaguero sucumbe ante su velocidad. Cuatro… Ya nadie lo frena. Cae el cuarto jugador local. Dentro del área, su derechazo es implacable. De tres dedos. Al ángulo. Golazo.
Es apenas el inicio del a segunda parte. El minuto 47 es testigo de una genialidad por parte del 11 americanista. Significa el 1-1 que desata la locura en el estadio Tres de Marzo, convertido en esta jornada 3 del Clausura 2012, en una sucursal del Azteca, que se pinta por completo de amarillo, aunque al final el América no pudo vencer a los locales esta noche, sí, pero sólo de nombre.
Los primeros minutos del encuentro son de agobio azulcrema. Christian “Hobbit” Bermúdez manda el primer aviso, apenas al 7, con un disparo con potencia, pero sin dirección. Christian Martínez apaga el fuego abrazando el balón contra su pecho. Un minuto después, Daniel Montenegro lanza otra advertencia. Desde afuera del área, el Rolfi remata potente. El portero local sufre para desviar con apuros.
¿Qué es lo que da forma a un marcador? ¿Es el tiempo de posesión del balón? ¿Es el número de aproximaciones? No. Es la contundencia. Por eso, aunque injusto, es el equipo de Gilberto Adame, técnico interino, el que se pone adelante. El contragolpe es letal: un latigazo para Gabriel Pereyra por la derecha, un toque suave para Fredy Bareiro, control del paraguayo y definición ante la salida de Moisés Muñoz. El 1-0, al 39, no es precisamente motivo de algarabía. La tribuna es secuestrada por el silencio y sólo una cosa puede liberarla el gol.
La espera no es larga. Al arranque del complemento, la genialidad de Benítez deja atrás un marcador que no reflejaba lo que en el campo ocurría, desata la alegría de Miguel Herrera en la que por algún tiempo fuera su casa y devuelve a la afición azulcrema la euforia con el regalo más puro del futbol: la pelota sacudiendo las redes.
“¡Vamos, vamos América, esta noche tenemos que ganar!”, el grito de guerra cimbra los cimientos del Tres de Marzo, pero al final todo se quedó en deseo.
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