México, D.F.-
Especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), combaten desde hace cuatro años los estragos que el tiempo y clima han causado a un par de mascarones mayas, modelados en estuco, hace más de mil 400 años, en la Zona Arqueológica de Edzná, en Campeche.
Las obras prehispánicas de este sitio, que se ubica a 55 kilómetros de la ciudad de Campeche, se hallan en una de las construcciones emblemáticas de la región maya de esa entidad, conocido como el Edificio de los Cinco Pisos, rematado por una crestería que le da especial majestuosidad, destaca un comunicado del INAH.
En el tercer nivel de ese edificio piramidal de 31 metros de altura, se encuentran los dos mascarones —uno de cada lado de la escalinata—, cuya iconografía se ha interpretado como recreaciones de seres míticos.
La restauradora Diana Arano Recio, especialista del Centro INAH-Campeche, informó que las esculturas fueron elaboradas en estuco modelado directamente sobre bloques de sillares de piedra caliza, y pintados en tonos amarillo, ocre, anaranjado, rojo, azul, verde y rosa, en tanto que sus formas fueron delineadas en negro y café. Se calcula que su antigüedad corresponde al periodo Clásico Temprano, entre los años 250 y 600 d.C.
Refirió que al estar expuestos a un ambiente de drástico contraste, que va de dos meses de sequía (febrero y marzo) a la excesiva humedad el resto del año, además de vientos que les pegan directo y secan súbitamente el estuco humedecido, su conservación ha significado un reto para los restauradores, que desde 2009 trabajan para encontrar la manera de detener los desprendimientos, pérdida de color y proliferación de algas.
Explicó que tras dos temporadas de campo, efectuadas en 2009 y 2010, la policromía original de los mascarones se limpió de algas, el estuco se consolidó con agua de cal para evitar pulverizaciones, se quitaron elementos del modelado que estaban mal acomodados por restauraciones anteriores, y se volvieron a colocar en su lugar.
También, se hicieron resanes con cal y polvo de sascab (piedra caliza molida), se reintegró color, se atendieron filtraciones de agua de lluvia y se ampliaron las techumbres para protegerlos del agua.
En el caso del mascarón ubicado del lado este, se retiraron materiales elaborados con una mezcla de cemento, que fueron repuestos por otra de cal, con la finalidad de que no quede atrapada la humedad en el interior del monumento, sino que se evapore.
Abundó que otra línea de atención de estas obras mayas, emprendida en 2011 y que continúa este año, es la realización de estudios de los materiales con los que están constituidas, para obtener información sobre el mecanismo de deterioro que presentan, y determinar qué agentes lo ocasionan.
Destacó que durante el proceso de restauración y estudio de los mascarones se descubrieron nuevos elementos que enriquecen el conocimiento de ambas piezas. “Durante la limpieza del mascarón del lado oeste, se encontró una policromía que imita la piel del jaguar, con fondos anaranjados y semicírculos de diferente tamaño de color café oscuro. La textura está aplicada sobre un costado de una línea ondulante que divide a una especie de jeroglífico cuadrangular elaborado a manera de orejeras, flanqueando el rostro del personaje antropomorfo representado en el mascarón”.
“Del otro lado de la línea divisoria también se encontró un tono verde oliva con algunos trazos en café distribuidos de manera horizontal, cuyo simbolismo no ha sido definido”, detalló Arano.
En ambas piezas se detectó una segunda capa de estuco de color rojo oscuro, que estaba debajo de la que presenta una mayor paleta cromática, “esto nos revela que los mascarones fueron remodelados, posiblemente como una acción de mantenimiento o un cambio social que denota la modificación radical en los colores que los decoran”.
Nuevos datos, abundó, también indican que el mascarón oeste fue decorado con una técnica mixta (entre temple y fresco); los tonos amarillo ocre, anaranjado, rojo anaranjado y rosa que conforman los fondos, fueron aplicados sobre el estuco húmedo con un aglutinante orgánico, mientras que los tonos azul, verde, café y negro se observan como una capa independiente del estuco, de modo que tienen una mayor fragilidad a los factores ambientales.
“El estudio lo realiza la química Yolanda Espinosa Morales, bajo la asesoría de Javier Reyes Trujeque, ambos de la Universidad Autónoma de Campeche; por medio de técnicas especializadas se analizan muestras representativas de estuco y pigmentos, colectados con un bisturí, que a través del microscopio electrónico de barrido se pueden conocer los elementos químicos que integran los materiales”, finalizó.
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