Miami, E.U.-
El camino a la redención comienza con el arrepentimiento y el deseo de ser mejor. LeBron James caminó ya por ese sendero y ahora está a un paso de ganar el primer campeonato de una historia que comenzó hace 12 años, cuando siendo un adolescente se convirtió en el portador de la estafeta que lo convertía en la siguiente gran sensación del baloncesto.
James, quien en preparatoria jugaba para St. Vincent St. Marys, de su natal estado de Ohio, abrazó tempranamente la popularidad. A sus partidos acudían a verlo jugadores como Shaquile O’Neal, y él se autoproclamó como el Rey aún sin haber jugador un solo minuto en la NBA.
Pero la fama es un arma con doble filo. James lo vivió durante su época en Cleveland, un equipo de poca monta al que guió a unas Finales, que perdió por barrida ante San Antonio hace cinco años.
“No recuerdo mucho de 2007, lo que sé es que era joven e inexperto”, dijo James. “Nos topamos con un equipo de San Antonio que ya sabía lo que era ganar, tres de sus jugadores ya sabían lo que era ser campeón y se notó”.
Tras fracasar con Cleveland y cansado de las críticas, James tomó una polémica decisión hace un par de veranos. Irse de Cleveland para unir fuerzas con Dwyane Wade y Chris Bosh, dos de los mejores 10 jugadores de Estados Unidos, con la idea de ganar varios campeonatos juntos.
La premisa no era mala. El problema fueron las formas. James machacó el corazón de los aficionados que lo idolatraron durante cinco años con un anuncio televisivo.
James y el Heat llegaron a las Finales del año pasado; estaban arriba 2-1, pero terminaron perdiendo ante los Mavericks de Dallas en unas series en las que James desaparecía por completo en los momentos claves y otra vez surgieron las dudas sobre la legitimidad de su reinado.
“El año pasado estaba muy frustrado, me sentía dolido por defraudar a mis compañeros”, agregó James. “Creo que el año pasado tenía tantas ganas de probar que la gente estaba en un error que me olvidé de cómo jugar en lugar de salir a divertirme jugando el deporte que amaba desde niño”, confesó.
Tras la derrota, James escribió en su cuenta de Twitter que todos los que lo odiaban podrían volver a sus patéticas vidas mientras él seguiría disfrutando de sus millones de dólares.
“Fui muy inmaduro… He pasado por muchas cosas y me he convertido en una mejor persona y mejor jugador”.
Este año, James y Miami volvieron a unas Finales, en las que eran desfavorecidos ante un Thunder de Oklahoma City lleno del vigor de la juventud, que llegaba con el pecho erguido tras dejar sembrados a los Spurs, que tenían 20 victorias en fila, incluidas barridas en sus primeras series de Playoffs.
Pero James hizo a un lado su amistad con Wade y se asumió como el líder del Heat. Sus promedios de 30.5 y 9.7 rebotes por partido en las Finales lo prueban.
Y más allá de los números, James ha aparecido en momentos de apremio, como en el cuarto juego, cuando se sobrepuso a unos calambres en la pierna izquierda y salió del banquillo para clavar el triple que sepultó al Thunder.
“Estoy feliz de estar en la posición que me encuentro hoy, en este escenario en el que puedo hacer que el equipo esté orgulloso de mí, de que la organización lo esté”, agregó James. “Pero ya veremos qué pasa, aún no se acaba esto”.
Sí, LeBron ha cambiado. La redención parece cerca.
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