En la lista de los grandes retos que tendrá que enfrentar México luego de la elección presidencial del 1 de julio, se encuentra en primerísimo lugar la cuestión del combate a la inseguridad. De hecho, las principales propuestas de los candidatos tratan casi exclusivamente de esta temática, respondiendo lógicamente a las principales preocupaciones de los ciudadanos.
Sin embargo, existen otros asuntos de suma relevancia para el bienestar de la gente, que no necesariamente captan la atención de la población. Tal es el caso del porvenir de la economía mundial – y por consiguiente de la mexicana – que pudiera ser afectada muy próximamente por los altibajos de la crisis que azota la Unión Europea.
No les echo la culpa a los partidos o a los medios de comunicación (y mucho menos a la ciudadanía) por no tener presente este asunto, ya que muchos de los mismos actores de la economía mexicana tampoco perciben el desastre financiero europeo actual como una amenaza.
Por ejemplo, los dirigentes del grupo español BBVA-Bancomer juran y perjuran que la crisis europea no afectará a México. De igual manera, Agustín Carstens, gobernador de Banxico, asegura que México está libre de riesgo de contagio, contradiciendo así a su antecesor en el puesto, Guillermo Ortiz, quien advirtió que la crisis mundial era de “tamaño mamut” y que México no será exento de repercusiones de la desastrosa situación europea.
¿Quién tiene razón entonces? ¿Podemos, como lo asevera el grupo financiero español, invertir nuestros ahorros con toda confianza? No es tan seguro… aunque tampoco parece haber riesgo inminente.
Explicaciones. Existen razones para pensar que México pudiera sufrir las consecuencias del fracaso de cualquier economía europea, por pequeña que esté.
Así pues, las dificultades de Grecia – país que apenas representa el 2 por ciento del PIB de la Unión Europea – podrían tener graves repercusiones sobre México, aunque no tenga relaciones económicas o comerciales significantes con el país helénico. Asimismo, recordemos que muchos bancos “mexicanos” son en realidad subsidiarios de bancos españoles y europeos, y que si bien tienen un alto grado de autonomía, estos podrían servir de canal de contagio de la violenta crisis financiera española. Aparte, al tener como socio comercial privilegiado a los Estados Unidos, México sufre una aguda dependencia a los sobresaltos de la economía norteamericana, y en caso de recesión mundial, el país se vería sin duda afectado por el efecto dominó que le recaería encima después de cualquier retractación del mercado estadounidense.
Por lo tanto, me parece que una profundización de la crisis griega o española golpearía de manera indirecta pero tan fuerte a México, que el impacto de la caída de Lehman Brothers en 2008 (caída del PIB de 6.5% en 2009) parecería en comparación un mero chascarrillo. Y esto tendría consecuencias dramáticas, provocando ineluctablemente un incremento de las desigualdades, del desempleo y de la proporción de la economía informal en las actividades laborales de los mexicanos.Sin embargo, no debemos oscurecer de más el panorama, olvidando las fortalezas macroeconómicas de México. Hoy en día, el país tiene una innegable capacidad de respuesta contracíclica en caso de crisis mundial; principalmente por su bajo endeudamiento, su credibilidad en los mercados y su provisión en reservas. Simplemente, no se sabe con exactitud qué tanto podría aguantar el blindaje del dispositivo nacional actual.
¿Debe esto tomarse en cuenta a la hora de decidir su voto para las próximas elecciones? En lo personal no me parece detectar diferencias fuertes entre las propuestas económicas de los cuatro candidatos, y no creo que la elección de uno u otro afecte el clima de los negocios en México. No es de esperarse un cambio de rumbo económico, resulte quien resulte presidente.
No obstante, si bien el panorama de la economía mexicana no es tan tenebroso como el de otros países de Latinoamérica, queda claro que ninguna economía del planeta está asegurada de quedar inmune a los problemas económicos europeos, aunque haya llevado a cabo una política monetaria, comercial y fiscal responsable. Definitivamente, la globalización no siempre es la tierra prometida tantas veces enaltecida.
philippe.stoessle@hotmail.com
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