México, D.F.-
¡Podemos dormir tranquilos!, sin temor al fin del mundo, dijo el epigrafista Erik Velásquez, tras exponer, ante un auditorio repleto en el Museo Nacional de Antropología y más de 6 mil cibernautas en el portal Web del INAH, una serie de argumentos científicos que desde la interpretación de inscripciones mayas, la etnohistoria y astrofísica, desmienten que el 21 de diciembre de 2012 sucederá tal desastre.
Invitado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a despejar dudas sobre la supuesta profecía maya que, según la literatura New Age, derivará en un cataclismo o un “cambio de conciencia” de la humanidad para la fecha referida, el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, reveló lo qué sí y no dicen los jeroglíficos de esta civilización al respecto.
El especialista reforzó sus tesis en el programa especial “13 Baktún. Tránsito de Venus frente al Sol”, coproducción INAH-Canal 22, transmitido por la televisora del Conaculta, que alcanzó 0.2 puntos de rating, equivalente a 24 mil hogares/38 mil personas, y que fue visto además en diversas páginas Web por casi 55 mil visitantes.
Abundó que esa cultura no fue un imperio unificado bajo un solo gobierno, sino un conjunto de ciudades Estados independientes que compartieron rasgos similares, prácticas y creencias que permiten agruparlos bajo el término maya, y cuyos antecedentes se remontan a 1000 a.C., hasta el día de hoy, pues se trata de una civilización viva con más de cinco millones de hablantes.
Introdujo a los asistentes en algunos aspectos esenciales del calendario maya, que así como el gregoriano, definido por el nacimiento de Cristo; en el maya se le llama Fecha Era, en la cual tuvo lugar la última de las sucesivas creaciones del mundo, acaecida en 13.0.0.0.0, 4 Ajaw 8 Kumk’u, que correspondería al 13 de agosto de 3114 a.C.
Precisó que lo que sucederá el 21 de diciembre de este año, es que llegará a su término el décimo tercer “bak’tun” del calendario de cuenta larga, ya que esta cultura se regía por éste y, sobre todo, por el llamado “tzolk’in” o calendario ritual. Trece “b’aak’tuunes” conforman un ciclo de 5,125 años, una cifra determinada por la multiplicación de lapsos menores de tiempo, y en los que entran en juego dos números que permitían a los mayas realizar pronósticos de largo alcance: el 20 y el 13.
Puntualizó que la única profecía maya de la que se tiene conocimiento, es la que asentaron los mayas del siglo XVIII en el Chilam Balam de Ixil. Retomando una profecía babilónica, anunciada por el sabio Beroso en el siglo III a.C., los mayas anunciaron el fin del mundo para el año 1887 d.C. A ese vaticinio, “nadie le ha hecho caso y ésa sí es una profecía maya. La lección es: El mundo continuó, ¿por qué no tomamos esto como enseñanza?”.
Explicó que la “profecía maya de 2012” se remonta a los años 70, cuando el escritor Frank Waters realizó un libro con base en una mezcolanza de creencias; una historia en la que el Monumento 6 de Tortuguero marca el supuesto fin de un Quinto Sol (que es un concepto mexica, no maya) y la llegada de una nueva humanidad o Sexto Sol.
Así inició toda una secuencia de literatura de la Nueva Era o New Age que ha crecido al paso de los años, generando grandes dividendos, y que satisface la necesidad de creer de mucha gente, pero que no tiene ningún sustento en los métodos de la investigación humanística ni académica, expresó.
Basado en los conocimientos del astrofísico Jesús Galindo, Erik Velásquez también echó por tierra distintas “profecías apocalípticas”, por ejemplo, aquella que menciona: “El Sol recibirá un fuerte rayo sincronizador del centro de la galaxia, cambiará su polaridad y producirá una gigantesca llamarada radiante. Se alcanzará una rara alineación del Sol en el solsticio de invierno, centro galáctico de la Vía Láctea…”.
La respuesta de la astrofísica: “Nuestro planeta posee un escudo magnético, llamado magnetosfera, que nos protege de emisiones solares. Una estrella no es un ser vivo, se trata de un sistema físico, cuya evolución cumple con las leyes que describe la materia y la energía. No se ha observado la actividad, sino apenas durante pocos siglos, lo que no permite predecir científicamente que los grandes máximos de actividad solar suceden cada 5,125 años (un ciclo de 13 b’aak’tuunes)”… Por estas y muchas otras razones, ¡Podemos dormir tranquilos!
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