México D.F.-
“Tengo pocos años por delante, muchas ideas y muchas novelas a medio hacer y que quiero terminar, por eso vivo muy aislado en Londres, con mi esposa, y escribo bastante ajeno al elogio y también a la deturpación”, dijo Carlos Fuentes a EL UNIVERSAL en noviembre de 2008, unos días después de su cumpleaños 80.
Publicamos a continuación partes de la conversación.
¿Usted se siente un hombre poderoso, una figura intocable?
No, no, de ninguna manera, el poder es otra cosa, el poder no se ejerce escribiendo libros, en tanto que el poder requiere manejar a la gente, sea en un partido o en el gobierno, ese no es el caso de un escritor que tiene una distancia frente a los poderes constituidos.
¿Una figura intocable a los 80?
No, qué va, para nada, soy lo más tocable del mundo, me atacan mucho, hay gente que no me quiere, lo que está muy bien porque lo mantiene a uno vivo.
¿A un escritor le va bien la crítica?
¡Cómo no! Es indispensable, el escritor no escribe en el vacío y hay que aceptar la buena crítica.
¿A quiénes ve como líderes políticos a futuro?
La experiencia democrática de México es muy limitada, hemos tenido muy pocos presidentes democráticamente electos, el largo reino del PRI impidió elecciones libres. Ya lo sabemos, ahora tenemos esa oportunidad, pero ha sido muy limitada y muy reciente, tenemos que dar un gran salto hacia una política democrática, moderna.
¿Cuál debe ser el compromiso del intelectual hacia este camino?
La primera responsabilidad de un escritor es con la imaginación y la palabra, aunque no tenga el menor compromiso político; luego existe otra cosa, que es el compromiso ciudadano, cada quien es libre para optar por tal partido o tal corriente, no es una obligación, es una decisión.
¿Hay una crisis de seguridad nacional, mucha violencia, miles de muertos, qué opinión le merece?
Es una situación muy complicada, en la que a México le dan el chirrión por el palito, es decir, que aquí está el origen de la oferta, pero lo que no se toca es el origen de la demanda, y la demanda está en los Estados Unidos. ¿Quiénes son los capos norteamericanos?, eso no lo sabemos, es un gran misterio, cuando sepamos eso vamos a avanzar mucho. Por lo demás, soy partidario de la despenalización o legalización del uso de la droga, quizá por etapas, quizá no sólo México sino un conjunto de países, quizá convenciendo a los americanos de que ese es el camino.
Mientras se da este diálogo, ¿qué opina de las medidas tomadas?
Son mediadas parciales que tienen que ver con la credibilidad, no hay que olvidar eso (…) Soy el proponente de un nuevo contrato social mexicano que abra fuentes de trabajo indispensables en infraestructura en las comunicaciones, en la creación de escuelas, portuarias, urbanización, educación, 20 mil cosas que nos faltan por hacer. La mitad del país sigue sin desarrollarse, el gran impulso de desarrollo que se inició con la Revolución Mexicana se ha detenido porque la población ha explotado y no es posible ya educar con las armas de Torres Bodet a los muchachos y muchachas de hoy; hay que dar un gran salto hacia adelante, creo que el país es capaz de hacerlo.
¿Cuál es el retrato autocrítico que haría de Carlos Fuentes?
Soy un hombre lleno de defectos, hablé con mi esposa y se los dirá.
¿Es orgulloso, soberbio?
Los escritores tenemos que ser orgullosos, porque es una labor muy solitaria y si no hay un parapeto de distancia y de orgullo en lo que se hace, es muy fácil irse por otras avenidas, dispersarse.
¿Se percibe distinta la geografía de la novela a los 80 años?
Se percibe muy bien, pero con una calidad distinta, y es que ha decaído mucho la idea de la novela nacional, la novela atribuible a México o a Brasil, o a España o a Alemania o a África del Sur, y lo que se destaca hoy es individualmente el valor de Gabriel García Márquez, de Nadine Gordimer, de Günter Grass, de Juan Goytisolo o de Milan Kundera, para mencionar a cinco grandes novelistas. Antes había esa muy estrecha relación entre el escritor y su país, que hoy no es tan fuerte, aunque claro, somos ciudadanos de un país, contribuimos a la cultura de esa nación, pero escribimos no en función nada más ella, sino de una realidad y una audiencia mucho más amplia que en el pasado.
¿Sigue pensando que “Pedro Páramo” de Juan Rulfo es una de las mejores novelas mexicanas que se han escrito hasta hoy?
No una de la mejores, es la mejor, no creo que haya otra en la historia mexicana, tengo estimación por otras obras, para mí fue muy importante Al filo del agua, de Agustín Yáñez. Cuando un profesor de la preparatoria la puso en mis manos, descubrí la literatura mexicana, en ese momento era considerada poco interesante, pasada de moda, y cuando la leí dije: ¡caramba!, aquí hay mucho qué hacer, cuando leí Pedro Páramo dije: “aquí se cierra un ciclo”. No es posible ir más adelante de lo que ha hecho Rulfo en el tema del cacique, la provincia, la guerra de los cristeros, la Revolución. Yo siempre he comparado el Pedro Páramo de Rulfo con un árbol seco, un árbol negro del cual cuelgan, sin embargo, manzanas de oro.
Ya adelantó que en sus memorias sólo abordará sus primeros 20 años, ¿contará los otros?
No, el ejemplo es Gabo que llegó a Cien años de soledad y ahí se detuvo, porque llega un momento en que los libros hablan por uno. ¿Qué va uno a decir?, ¿Gabo va a contar Cien años de soledad? ¿yo voy a contar La muerte de Artemio Cruz? Ya están ahí los libros, nuestra vida se vuelve un tanto secundaria, interesante quizás, pero no tan profundamente formativa como son los primeros 20 años de mi vida. Me detengo en el momento en que vi a Thomas Mann comiendo en un restaurante de Zurich y pensé en hacer lo que hace ese señor. Ahí me detengo, lo demás es infancia, juventud, mi adolescencia, mis primeras experiencias sexuales, mis lecturas, mi padre, mi madre, mis abuelos, mis antepasados, las ciudades donde viví.
¿En algún momento de esa infancia visualizó lo que es hoy?.
En cierto modo sí, primero porque mi tío que murió a los 20 años era una promesa literaria importante, era discípulo de Díaz Mirón y dejó una pequeña obra muy interesante, mi padre me influenciaba hacia eso; de tal manera que a los siete años yo escribía una revista en el departamento que teníamos en Washington, la dibujaba, hacía crítica de cine, reseñas de libros; a los 11 años publiqué en el boletín del Instituto Nacional de Chile y ya me sentí escritor, a los 17 años gané los tres primeros premios de un concurso literario de la escuela donde yo estudiaba.
Usted y García Márquez son los escritores más queridos de Hispanoamérica, ¿qué opinión le merece?
Gabriel y yo somos amigos desde hace 40 años. Somos fraternales y tenemos una amistad que para mí es sumamente valiosa y creo que para Gabriel también, la compartimos y la gozamos.
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