México, D.F. / Octubre 26.-
Lucha Reyes murió en junio de 1944, convertida en la máxima cantante de música ranchera. Su desaparición mereció un suceso inusual: abrir el máximo recinto cultural del país, el Palacio de Bellas Artes, a la música popular. Dos iconos del cine y representantes del género ranchero pisaron el escenario, Pedro Infante y Tito Guízar, acompañados del Mariachi Vargas. Nadie protestó.
Desde entonces, son muchos los artistas mexicanos y extranjeros alejados de la llamada alta cultura, los que han tenido cabida en el recinto de mármol. En los últimos años, la selección se ha dado mediante mecanismos poco claros que van de la amistad que se tenga con un funcionario cultural, hasta la aceptación de propuestas de un instituto o empresa ajenos a la autoridad correspondiente, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
La presentación de algunos artistas de cortes populares o identificados como ajenos a las bellas artes en este recinto ha causado controversia sobre todo en los últimos 20 años, siendo los casos de Juan Gabriel y de Alejandro Fernández los más recordados.
En los últimos días, la discusión acerca de quién sí y quién no tiene los méritos para presentarse en el recinto inaugurado en 1934, ha regresado a las páginas de los medios de comunicación, y se ha integrado a las redes sociales tras el anuncio de la presentación de la cantante italiana, nacionalizada mexicana, Filippa Giordano, el 26 de noviembre, a propósito de la celebración de 150 años de unidad de Italia, promovido por la Sociedad Dante Alighieri.
El evento -donde participará el tenor Alan Pingarrón- tiene un costo que oscila entre los mil 171 pesos y los $112, y ha generado polémica por tratarse de un concierto de una artista pop.
Más allá del debate sobre los méritos de la cantante radicada en México para presentarse en el recinto, la crítica insiste en que el hecho pone de nuevo sobre la mesa la discusión acerca de la inexistencia de reglamentos en el INBA, que definan cómo se elige la programación que se ofrece en el Palacio.
Sin reglas claras
De acuerdo con el Manual General de Organización del INBA, es la gerencia la encargada de desarrollar el proyecto anual de actividades internacionales a presentarse en el Palacio y someterlo a autorización de la Subdirección General de Bellas Artes del Instituto.
Además, entre las obligaciones de la gerencia está el establecer y fomentar relaciones de cooperación con instituciones del sector privado, social y de gobierno con el objeto de obtener apoyos o patrocinios, así como celebrar convenios de colaboración con embajadas establecidas en el país para las presentaciones de los grupos artísticos en las salas del Palacio.
De acuerdo al Portal de Obligaciones y Transparencia del INBA, “cualquier persona o su representante” puede solicitar la renta de espacios del recinto siempre y cuando sea con un fin cultural. Para la Sala Principal los montos del alquiler están establecidos en cuatro niveles con una cuota específica cada una, mismas que van de los 51 mil 24 pesos con 65 centavos a la gratuidad.
Respecto a la atención de solicitudes para usar la Sala Principal, el subdirector del instituto, Sergio Ramírez Cárdenas, explicó en entrevista con EL UNIVERSAL: “Tenemos muy pocos días en los que atendemos solicitudes oficiales, tanto de la Secretaría de Educación Pública, como del Conaculta y otras secretarías que a través de la SEP nos solicitan algunas cosas, aunque siempre buscamos que sean eventos de carácter artístico y que tengan la altura para presentarse”.
Sobre la renta de los espacios, Ramírez indicó: “Se analiza muy bien cada caso y en general hay una relación con el INBA o con la cultura, ha habido empresas que entregan reconocimientos a eventos culturales. Tienen que ser relaciones convenientes para el INBA”.
Al solicitar al INBA los términos del contrato celebrado con la Sociedad Dante Alighieri para la realización del concierto de Giordano, así como una entrevista con la persona indicada para que detallara las razones por las cuales se aceptó dicha propuesta, José Luis Gutiérrez, director de Difusión y Relaciones Públicas del INBA, refirió que “todas las inquietudes” fueran atendidas por la Sociedad.
Ante una nueva solicitud de información, así como copia del contrato firmado con la Sociedad, dirigida por Giovanni Capirossi, Gutiérrez dijo que sería entregada a este diario, pero hasta esta noche no se obtuvo el documento. Mientas que Capirossi explicó que los datos serían dados a conocer durante la conferencia de prensa que se llevará a cabo en los próximos días para dar detalles del concierto.
Antes de esta controversia, Ramírez, al ser cuestionado sobre cómo se elige la programación del recinto, contestó: “Se analiza muy bien cada caso. A mí me gusta mucho la programación que estamos haciendo. Lo que buscamos es trabajar con un criterio profesional. Al Palacio llegan los mejores artistas y mucha gente quiere venir, hemos tenido artistas que sólo quieren estar aquí porque es un referente. Estamos trabajando para mantener, siempre, el nivel de exigencia”.
Los críticos de música Lázaro Azar y Manuel Yrízar coinciden en señalar que es urgente crear reglas claras para programar, así como saber quiénes son los programadores y bajo qué criterios se elige o no a un artista o agrupación.
Antes de los cuestionamientos
Después de aquél homenaje a Lucha Reyes pasaron 25 años para que un artista, ajeno a lo que se consideraba alta cultura, se presentara en el recinto de mármol. En 1969 Joan Manuel Serrat presentó sus canciones con poemas de Antonio Machado. Entre 1972 y 1973 pisaron el escenario figuras como Mercedes Sosa, Los Folcloristas, María Dolores Pradera, Paco Ibañez, Nana Mouskouri y Tania Libertad.
De acuerdo con los libros que registraron lo más importante que ocurrió en los primeros 50 y 70 años de música en el Palacio de Bellas Artes, ninguna de estas presentaciones causó sorpresa entre el público mexicano.
El concierto de Juan Gabriel, en 1990, abrió un debate acerca de quiénes tenían el currículum suficiente para presentarse en el recinto. Según el periodista Víctor Roura, la simpatía de Carlos Monsiváis por la presentación del “Divo de Juárez” fue suficiente para que fueran pocos los que se atrevieran a cuestionar el hecho, so pena de quedar como homofóbicos.
El propio compositor, quien pagó más de un millón de pesos -de aquél entonces- para la compra de instrumentos para la Sinfónica Nacional, dinero que según Azar alcanzó hasta para dos giras de la agrupación, durante el concierto dio su opinión sobre los cuestionamientos: “Los músicos populares a Bellas Artes y la ópera a Milán”.
Otras historias
El 28 de julio de 2000, el cantante de música ranchera y balada romántica Alejandro Fernández, Eugenia León, la soprano Lourdes Ambriz y el tenor Jorge Lagunes ofrecieron un concierto en el Palacio Bellas Artes. El evento producido por Televisa tuvo la intención de ofrecer un repertorio con algunos de los temas más representativos de compositores mexicanos del siglo XX.
El concierto fue privado, por lo que no generó una controversia mayor; de acuerdo con las notas periodísticas, el público fue integrado por “invitados especiales, personal de Televisa, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y ejecutivos de disqueras”.
Otro que causó comentarios adversos fue Marco Antonio Muñiz, quien buscó por un año presentarse en el Palacio. Lo consiguió, según declaró, gracias a una charla con el entonces titular del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa. “Le comenté que me gustaría celebrar mi aniversario en ese recinto. De inmediato respondió que sí. A mí no me pidieron nada en especial”, dijo.
El concierto dedicado al bolero, donde participaron Los Tres Ases, Olga Guillot, Guadalupe Pineda, que formó parte del 18 Festival del Centro Histórico, fue criticado por periodistas como Jacobo Zabludovsky y el crítico Lázaro Azar, por carecer de una producción digna del recinto y del bolero.
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