Guadalajara, Jal. / Octubre 20.-
Desahogaron toda la presión que acumulaban con el grito que pegaron mientras corrían a abrazarse con el fortuito héroe de la noche. La Sub-22 continúa sin encontrar su mejor futbol, pero halló oro en la mano derecha de Jorge Enríquez.
Auténtica “manita” a un equipo que parecía derrumbarse, justo cuando más ímpetu necesita. El Chatón se encontró un trébol de cuatro hojas en el área ecuatoriana y salvó el debut Tricolor (80’) en su presentación dentro de los XVI Juegos Panamericanos.
Sufrida victoria (2-1) que la multitud celebró como si hubiera sido goleada. El sufrimiento de casi todo el partido encontró bálsamo en el chico ideal, al que ovacionó cuando sustituyó a Ricardo Bocanegra.
Es el dueño de casa. Sólo él y Miguel Ponce conocen todos los secretos que guarda el artificial pasto del estadio Omnilife. La pelota rebotó justo como esperaba y el contención del Guadalajara la empujó con lo que pudo.
Los rivales no protestaron y la victoria llegó, aunque el rostro de Luis Fernando Tena reflejó las innumerables carencias que tiene el representativo que dirige. Por fin ganó un partido oficial, no sin antes padecer lo indecible.
El panorama lucía tan negro como su uniforme. Era un foco que se negaba a encender, pese al envidiable sitio que ocupa en la colección de luces que han dado brillo a la participación mexicana en la “Fiesta de América”.
Ganas le sobran, pero no tiene futbol, mucho menos armas para abrir cerrojos. El que anoche puso Ecuador consistió en orden y velocidad para contragolpear. Sencilla fórmula que casi resulta letal para Tena, quien observó impávido gran parte del duelo.
Ahí, con los brazos cruzados y la quijada apretada, deambuló por la zona técnica. Con más preguntas que respuestas y sólo unas cuantas indicaciones para sus jugadores, quienes parecían empeñados en marcar diferencia con respecto de varios de los atletas que conforman la delegación tricolor en la “Fiesta de América”.
No duermen en la Villa Panamericana… Y tampoco daban motivos para soñar con el oro. El veloz latigazo de los sudamericanos representó un golpe del que apenas pudieron recuperarse.
Luis Congo finalizó aquel relampagueante desdoble ecuatoriano (7’), suficiente para reactivar los miedos acumulados durante varios meses. Frágiles de sentimientos y lentos para pensar, los mexicanos encontraron en la táctica fija a su única arma. La potencia física de Oribe Peralta, Jesús Zavala, Hiram Mier y Néstor Araujo les permitió convertir en esperanza cada jugada a balón parado. El Cepillo sólo cristalizó aquella en la que el recuperador del Monterrey soportó un codazo en el rostro (24’).
Enríquez hizo buena la definitiva cerca del ocaso, cuando el bullicio había muerto. Parecían resignados a iniciar su aventura panamericana con una fría igualada… Hasta que Jorge puso cuerpo y alma en pos de la anotación. Encontró premio a su arrojo con esa “manita” que desembocó el éxtasis colectivo. Triunfo fortuito, pero de oro.
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