Guadalajara, Jal. / Octubre 19.-
Nunca dejó de aplaudirles, hasta cuando el silbatazo final materializó la desilusión. Roberto Medina se guardó las recriminaciones. No ganar en el debut panamericano ya era suficiente para sus chicas.
Amarga noche para un grupo de guerreras con sueños de reinas. Fueron incapaces de superar a la ordenada selección chilena (0-0). El volcán tapatío no pudo hacer erupción.
Claudia Endler tuvo mucho que ver para que la fiesta tricolor concluyera sin luminosidad. La arquera sudamericana ahogó los gritos de gol con un par de sensacionales atajadas, sobre todo aquella a disparo de Verónica Pérez (57).
La atacante mexicana dio una cátedra de cómo se golpea el balón fuera del área, pero lo de la guardameta resultó sublime. El estratega mexicano se tomó la cabeza con las dos manos, suspiró… Su futbolista desahogó la furia con un manotazo al sintético pasto del estadio Omnilife de esta ciudad.
Fue la emoción más grande en el partido. Las andinas, con su sobresaliente orden táctico, desconectaron a un combinado que depende bastante del ingenio de Dinora Garza.
El “cerebro” del Tricolor buscó abastecer de balones a Maribel Domínguez y a Mónica Ocampo, quienes la pasaron mal ante la fuerza física de las centrales chilenas. Gozaron de pocas opciones reales de marcar; fallaron todas.
Marigol padeció en su debut dentro de unos Juegos Panamericanos, tanto como su entrenador, quien echó mano de Tanya Samarzich, goleadora del representativo Sub-17.
Con su ingreso otorgó frescura al ataque, mas no contundencia. Se movió alrededor de la referencia en el área que marcó Domínguez, pero también finalizó presa en la cárcel construida por las eficaces marcadoras rivales, cuya labor tomó más relevancia con el paso de los minutos.
La selección chilena renunció al ataque durante los minutos finales, esos en los que un huracán negro cimbró su portería, pero Endler evitó el derrumbe con plasticidad, arrojo y precisión en la salida.
El aliento mexicano fue eterno, dentro y fuera de la cancha. La ilusión se esfumó al final, también el esfuerzo de unas guerreras a las que se les complica el panorama.
Roberto lo sabe, aunque prefirió reservarse la amargura. No hay tiempo para sufrir en un torneo que sólo ofrece 46 horas para la recuperación física y anímica. Aplaudió hasta el final, intentó reanimar a las futbolistas, pese a la decepción que se asomó en su mirada.
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