México, D.F. / Octubre 9.-
Manlio Fabio Beltrones Rivera abraza a Enrique Peña Nieto, delante del Consejo Político Nacional (CPN) del PRI renovado un momento antes.
—Te felicito, ya los dos somos consejeros—, dice el sonorense al oído del mexiquense, puntero en las encuestas rumbo a 2012.
La gente aplaude, grita. Ha visto algo inesperado. Se abrazan los aspirantes a la candidatura presidencial. El auditorio lleno de políticos profesionales, con doctorados en la máxima de que la forma es fondo, corea: “¡Unidad! ¡Unidad!”.
Los fotógrafos envuelven en una burbuja de luces plateadas a los dos aspirantes. Los seguidores de ambos están emocionados, e invocan: “¡Unidad! ¡Unidad!”.
Hasta el tope el auditorio Plutarco Elías Calles. Producen adrenalina los gobernadores, ex presidentes del PRI, un presídium cupular, diputados, senadores, alcaldes, los liderazgos por sector y por estado.
Un minuto antes han rendido protesta los nuevos integrantes del Consejo Político Nacional (CPN), una máquina modelo 2012, lista para la contienda. Y el abrazo Beltrones-Peña sirve a modo de switch de encendido, a lo que el aparato priísta responde: “¡Unidad! ¡Unidad!”.
Beltrones Rivera regresa a su lugar en el presídium. Veinte pasos. La línea más corta a la butaca más cercana a él bajando a la primera fila es la de Peña Nieto.
El rostro del senador por Sonora ahora está iluminado con una sonrisa que mostrará imborrable las casi dos horas que siguen. Al final, diversos gobernadores le dirán que dio a todos una lección de clase política.
Humberto Moreira Valdés, presidente del partido, da un mensaje y una de las palabras que más dice es “unidad”, el transporte de vuelta a la Presidencia, promete. Y abre la cuenta regresiva: “Estamos a ocho meses, 22 días de ganar. A cinco meses 19 días del inicio de campaña”.
Hay un receso y como en jugada de pizarrón, Enrique Peña Nieto (también consejero) sube al escenario de un salto. Tarda más en dar sus 20 pasos. Su meta es abrazar a Beltrones, a quien le dice: “Vengo a agradecerte”.
Más tarde, el sonorense, satisfecho, dice de la caballerosidad de ambos: “Despresurizó (los ánimos)”.
Enrique Jackson Ramírez asume como secretario técnico del CPN. Sus ademanes, voz, presencia, son de un operador político profesional. Pide votaciones de acuerdos firmados por Moreira y la asamblea concede el sentido de ese “guión planchado”. Es el PRI en demostración de gala sobre eficacia.
Los nombres de integrantes de comisiones que se aprueban explican que el abrazo Beltrones-Peña es indicio de una red de acuerdos suyos. “Tienen diálogo permanente”, dicen sus equipos.
Tan frecuente comunicación, como que sostienen reuniones una vez a la semana, al menos. Como la cena en el restaurante Zhen Shanghai, del hotel Presidente Intercontinental, hace unos 10 días y la comida en Sir Wiston Churchill’s, esta semana, donde pactaron la forma de “empezar bien” el retorno que todos ellos anhelan.
Los consejeros priístas votan unánimes que el nombre del candidato presidencial sea obtenido mediante una elección abierta.
Ese es un momento clave de lo que venga para los priístas. Ocupa ocho minutos el formulismo y muchos ven la candidatura en manos de Peña Nieto, en ese punto, de espaldas al público. Beltrones, en tranquilidad plena, mantiene la sonrisa, incluso al cruzar comentarios con su compañero de silla, Emilio Gamboa, que la pasa con un entusiasmo elevado al cubo.
Todo lo aprueba esa asamblea embelesada en la armonía de sus líderes. Francisco Rojas Gutiérrez, coordinador de los diputados, observa el mosaico de rostros del priísmo nacional.
Cuando se encontraron, allí realizaron el ritual de los políticos de la vieja escuela, de poner la pimienta de una carcajada con una chanza. Como aquella, quizá, de Beltrones dicha a diputados priístas en el nuevo Senado, hace meses, y que este sábado cobraba interés.
“Estas son las instalaciones que les vamos a dejar a ustedes (en 2012); sólo espero que nos dejen la Cámara (de Diputados), en buenas condiciones”, comentó.
A los consejeros les urge que acabe la asamblea para ir a presentarse ante Peña Nieto, quien genera un tumulto en el que él mismo es llevado por la fuerza de los que empujan.
Tan bien portados estaban los priístas, pero la ansiedad los saca de las butacas, al final, sin interés por escuchar y cantar el Himno Nacional.
“¡Aaay! ¡Aaay!”, grita una consejera, Lizbeth, de Quintana Roo, apretada y golpeada por un grupo que se va contra la primera línea de butacas, cuando buscan tocar a Peña Nieto.
A veces no puede sonreír para la foto de un fan, porque mira el caos en el que está atrapado.
Y cuando en la calle está cerca de su convoy y ve que estará a salvo en un instante, le dicen que su camioneta, la blindada, es la tercera en la formación. Asediado por el descontrol que nunca hubo en el auditorio, ordena: “¡Baja a los de la primera camioneta! ¡Yo manejo!”.
Entre la gente, una delegada de entusiasmo desbordado por lo que ha visto, dice a su amigo: “Sabes que se siente muy padre cuando Beltrones se va con Peña…”.
Y así, los priístas empezaron a soñar en que es posible regresar a la residencia de Los Pinos.
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