México, D.F. / Agosto 1.-
Historia de una celebración que el festejado nunca sintió suya… No la quería. Lionel Messi debía acaparar reflectores, pero le fueron arrebatados por una sudadera anaranjada y dos irreverentes chicos.
Aciago día para el considerado por muchos, mejor futbolista del mundo. Llegó al Distrito Federal con varias horas de retraso, a causa de las terribles condiciones climatológicas que privan en Sudamérica, por las cenizas que desprende el volcán Puyehue.
De inmediato fue trasladado en helicóptero al hotel donde se encontró con la “constelación de estrellas” que le acompañó en el maltratado césped del estadio Azul. La solución resultó un problema. El astro padeció los estragos del largo viaje y la altitud de la ciudad de México (2 mil 240 metros sobre el nivel medio del mar).
Las nauseas fueron inevitables, por lo que solicitó descansar en su habitación durante algunos minutos. Abajo, en el lobby, decenas de aficionados se quedaron con las ganas de conocer al hombre que idolatran, el cual continuará siendo un mito para ellos.
Resignación también experimentada por quienes lo esperaron fuera de un inmueble que no se llenó. Todos los jugadores arribaron en un autobús, excepto él. La camioneta que lo llevó hasta la casa del Cruz Azul pasó desapercibida; tuvo la privacidad que anhelaba.
Los altos costos de las entradas (algunas fueron vendidas hasta en mil 300 pesos) y la intensa lluvia alejaron a los espectadores. El propio partido lo hizo minutos después.
Feria de goles y errores. La cereza del agridulce pastel llegó en los albores del complemento, cuando “La Pulga” por fin anotó, previa complacencia de Hernán Cristante, quien sí pareció entender el motivo del gris festejo.
Jorge Campos fue la némesis del diminuto jugador argentino. El folclórico ex guardameta puso una pizca de diversión con sus atajadas e inigualable carisma. Detuvo envíos de Messi, Romario, Ariel Ortega y hasta del público, al que dejó con las ganas de gritarle el característico “¡Pu…!” en todos sus despejes de portería.
La multitud llegó predispuesta a apoyar a Lionel, pero el arquero acapulqueño le hurtó aplausos, al igual que Julio Gómez y Jorge Espericueta. Los campeones mundiales Sub-17 ingresaron para el comienzo de la segunda mitad. Entonces sí, el estadio explotó.
Messi ni siquiera los volteó a ver, mucho menos cuando salió de cambio. Faltaban 20 minutos para el final. Poco le importó y se marchó. Unos cuantos saludos a la distancia y de regreso a la camioneta en la que llegó. Tenía prisa.
Algunos aficionados se percataron y buscaron interceptarlo en la puerta número uno del inmueble. Esfuerzo estéril. Salió custodiado por varios elementos de seguridad.
El grito de “¡Fraude, fraude!” se escuchó ligeramente en los túneles; suficiente para que muchos asistentes empezaran a buscar las salidas.
Los que no se dieron cuenta presenciaron el segundo tanto de Martín Palermo, el que dio la victoria (5-4) al equipo denominado Messi & Friends sobre el de las “Estrellas del Mundo”.
Amargo festejo de un goleador de cepa, con la indiferencia del público que se preocupó más por la abrupta salida de la “Momia” Gómez, quien sufrió un golpe en el empeine izquierdo.
Si al festejado no pareció interesarle su celebración… A quienes pagaron su boleto tampoco.
-Paso fugaz y silencioso
Lionel Messi se fue de México sin ofrecer declaraciones. Tras abandonar velozmente el estadio Azul, “La Pulga” fue llevado al aeropuerto de la ciudad de México, donde abordó un avión privado que lo llevó de regreso a Argentina. Pese a que tenía programada una conferencia de prensa, gente allegada al astro sudamericano argumentó que se sentía indispuesto.
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