El 4 de agosto EL UNIVERSAL publicó una encuesta encargada a Buendía & Laredo. No obstante que no profetiza lo que va a pasar en 2009, corrobora que las percepciones ciudadanas no se alejan tanto del análisis político como algunos presumen.
El dato más notorio es el cambio en las preferencias respecto de 2006. El PRI, partido que obtuvo entonces sólo 22% sube a 30% en la intención de voto, mientras que el PRD, que entonces llegó al tercio, baja a menos de 13%, y el PAN se empata con el PRI. No obstante, el margen de maniobra reside, como de costumbre, en los indecisos: 24% no contestó, al igual que 49% de quienes no se identifican con ningún partido.
Estos datos coinciden con análisis de diversos comentaristas. El PRI ha sabido aprovechar su condición de partido bisagra, además de conservar el gobierno de 18 entidades, lo que le da una ventaja territorial para “operar” electoralmente. El PAN recibe el impacto negativo de ser gobierno, que se puede dilatar con las complicaciones económicas y sociales que se ven venir por la caída del crecimiento y la inflación en básicos. De ahí su “guanajuatización”. Y el PRD parece encaminado a retraerse a su votación “histórica”. Este es a mi juicio el problema más importante. ¿Asumió de nuevo el principal partido de la izquierda su vocación de fracaso?
Aunque su postura sobre la reforma petrolera, si es que llega a concretarse en una iniciativa legislativa inteligente e innovadora, puede ayudarle a limpiarse el lodazal de los chanchullos internos, del caudillismo autoritario y de la escasa representatividad social de las políticas que aplica en donde gobierna, a valores presentes todo indica que persistirá en su hundimiento electoral.
Sería deseable que no fuera así. Como ha dicho un clásico: esa es la izquierda que tenemos. Pues sí, eso es lo malo. La izquierda que tenemos supo cómo avanzar a partir de un liderazgo iluminado pero sin propuesta consistente de política nacional. No se le puede dar ese nombre a la utopía regresiva que se presentó en 2006; tampoco a la prolongada pataleta postelectoral.
Los ciudadanos susceptibles de identificarse con una política de izquierda que acepte el marco de la democracia constitucional y liberal son al menos un tercio del electorado, si no es que más.
Ese es el sustento del pluralismo político que puede darle al país el giro civilizado a la izquierda que le urge. Pero la dirección política brilla por su ausencia y esa ausencia conduce a cumplir con el deseo más caro de la derecha: que el pluralismo se disuelva en un bipartidismo PRI-PAN. Así ya no será necesario cambiar lo sustancial. Lamentable pero cierto.
(Francisco Valdés Ugalde, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. ugalde@unam.mx)
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