Hoy no haré el mínimo intento de analizar a políticos. Dejaré de platicar lo poco que sé sobre ellos y los entuertos que suelen caracterizarles. En lugar de eso quiero narrarles algo que en medio de tanta crisis tiene aroma de esperanza y este día es el más indicado para publicarlo, justamente a más de dos mil años de que naciera el hombre más sabio y bueno de la Tierra, según el relato al que se apega nuestra fe. Es un cuento corto que leí hace tiempo y que mezcla amor, fe y lealtad. Espero que les sirva de reflexión.
Años atrás, un joven retornaba de la guerra, en algún lugar del 24 de Diciembre. No había pasado mucho desde que partiera de su pueblo natal, pero el rostro del sujeto estaba curtido por la tristeza.
Viajaban con él en un autobús varias personas. Todas animadas, platicaban sus planes para celebrar la Nochebuena con una rica cena, rodados de sus seres queridos. Entre los extraños nació cierta camaradería y se felicitaban con anticipación como si se conocieran desde siempre.
Así pasaron varias horas y al igual que muchos compañeros de viaje, una niña reparó en la presencia del pasajero y le contó a su madre que “ese señor venía llorando”. La mujer volteó y quizá por la emoción del momento se acercó a preguntarle si le ocurría algo. “Nada, estoy bien”, respondió secamente. La dama, sin embargo, le insistió en escucharle, por si algo quisiera desahogar. Al ofrecimiento se sumaron dos voces más.
Ese tono sincero convenció al interlocutor. Se irguió, entrelazó sus manos y comenzó a decir que regresaba a casa. “No sé si todavía sea el hogar que dejé al irme”. Entonces refirió que poco antes de partir hacia el frente de combate “a cumplir con su deber” había contraído nupcias con su novia de toda la vida.
Días antes de salir, la chica le prometió esperarlo y rezar para que volviera sano y salvo. Para demostrarle la fidelidad hacia el trato, ofreció atar un LISTÓN ROJO en el roble donde ambos se dieran su primer beso y ante el cual él le había pedido matrimonio. Esa sería la señal de que aguardaría su llegada.
“Temo que ella no me haya esperado, porque jamás le contesté sus cartas. No sabe si estoy vivo, porque tampoco permití que lo supiera. Tal vez en el fondo quise que este día llegara para saber qué tanta fuerza tenía el compromiso. Aun así, tengo miedo”.
Las muestras de ánimo no faltaron por otras personas que se sumaron a la conversación, pero eso no parecía alegrar en lo mínimo al soldado. Pasaron más horas, hasta que llegó a una vereda por donde tendría que caminar para alcanzar su destino.
Al bajar del camión, la niña que lo había visto le ofreció su pequeña mano en señal de amistad y el resto de la gente le brindó una sonrisa, palmadas e incluso aplausos como gesto de buenos deseos.
Los pasos primero fueron presurosos. Después se hicieron lentos hasta que por un instante el hombre pensó en irse, más no dejó de caminar. Durante varios minutos clavó la vista en el suelo y cuando sintió la necesidad de alzarla vio algo que no alcanzó a distinguir con claridad.
Ahí estaba el roble, pero, ¿Qué eran esos puntos de color oscuro que se veían a la distancia? Cierta neblina en el ambiente impedía verles, así que se aproximó un poco más y las formas se aclararon.
Al pie del árbol había un lazo rojo muy ancho que prácticamente abrazaba toda su base, aunque no como para impedir que se leyeran las iniciales dentro de un corazón labrado por dos almas que juraron estar juntos toda la vida.
Encima, en las ramas, más moños de todos tamaños, algunos visiblemente desgastados porque se habían colocado el primer día que él se había ido, pero además observó decenas de veladoras encendían que enmarcaban el camino hacia una vivienda. En la puerta estaba una mujer que al ver llegar a su esposo no sólo le abrazó. También le colocó una bufanda roja que ella había bordado. “Entra- le dijo-, que la cena nos espera”.
COLOFÓN
Este es el lado cálido y prometedor de la Navidad romántica y esperanzadora. El otro es el que hemos visto durante todo este agitado e incierto 2010. ¿Qué nos queda? Trabajar de corazón, actuar en solidaridad y no frustrarnos aunque haya quienes voluntaria o inconscientemente a eso nos quieran orillar.
Por lo pronto, a mí no me queda más que agradecer que ustedes, amables y respetados lectores, me hayan adelantado mi regalo desde hace meses con el favor de su atención. Que Dios me los bendiga.
MISCELANEA NAVIDEÑA
-LECCIÓN 1.- En estos días aprendí que Brownsville es el lugar más caro de Matamoros.
-LECCIÓN 2.- Las filas largas y tardadas sólo me confirmaron que… no hemos entendido nada.
-LECCIÓN 3.- Desde hace días había yo buscado afanosamente una computadora.
-LECCIÓN 4.- Le había visto en los atractivos pero engañosos catálogos que se reparten en los puentes.
-LECCIÓN 5.- Acudí a la tienda especializada en electrónicos que la anunciaba, pero ni siquiera la tenían.
-LECCIÓN 6.- “Esa no nos llegó, Sr. Pero si quiera se la mandamos pedir (sr.)”, me dijo un empleado.
-LECCIÓN 7.- El artículo costaba más de 800 dólares, más impuestos. Desistí al ofrecimiento y volví.
-LECCIÓN 8.- Ya en Matamoros, se me ocurrió pasar a una tienda que por cierto es franquicia gringa.
-LECCIÓN 9.- Entré y ahí sí estaba el mismo modelo, pero con el equivalente a 150 dólares más barato.
-LECCIÓN 10.- La ventaja es que aparte de la garantía y un regalo por la compra, ya viene importada.
-LECCIÓN 11.- Eso no me quita la gasolina gastada y las 3 horas de tiempo perdido haciendo fila.
-LECCIÓN 12.- Sin embargo, les juro por ésta que no lo vuelvo a hacer.
Por su atención, gracias. Por hoy, ¡Bajan!
Confesiones, avisos especiales y hasta aplausos a enterados2004@yahoo.com.mx. No tengo intermediarios ni asesores.
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