Desde hace varias semanas uno de los temas vigentes en la agenda del estado es la indecisión de algunas autoridades municipales sobre la realización o no del desfile conmemorativo de la Revolución Mexicana.
El principal obstáculo para el desarrollo de este evento cívico es el clima de inseguridad que prevalece en todos los rincones del país y que provoca una lógica preocupación entre los padres de familia.
De acuerdo a los últimos reportes, hasta la fecha, 18 municipios dijeron que sí van a llevar a cabo el tradicional desfile con algunos cambios. Por ejemplo en Reynosa el evento se llevará a cabo dentro de las instalaciones del Parque Cultural.
Hace unos días recordaba mis años de secundaria y preparatoria en la ciudad de Matamoros. En ese entonces la posibilidad de participar en el desfile era un verdadero logro para cualquiera de nosotros en la Secundaria Número 1 y en la prepa “Juan José de la Garza”.
Recuerdo que más de dos buscábamos la posibilidad de participar, ya sea en las tablas gimnásticas o las pirámides que se presentaban el 20 de noviembre en el recorrido que terminaba en la Plaza Principal, frente a la presidencia.
Sin embargo que nadie se confunda, ninguno de nosotros quería participar en este evento por el honor de representar a nuestra escuela o para, con nuestro ímpetu juvenil, “reconocer a todos aquellos hombres y mujeres que dieron su vida para darnos justicia social a los mexicanos”, como decían los merolicos maestros de ceremonias que siempre estaban ahí, en un rinconcito del balcón de la presidencia presentando a los contingentes y echando rollo.
El 99.9 por ciento de los que buscábamos estar en el contingente quería participar por una sola razón: el relajo.
¿Y cómo no querer ser parte de esto? Todos los que íbamos a participar en el desfile abandonábamos el salón (¡y con permiso!) después del primer descanso quesque para ensayar las rutinas. Y aunque en ocasiones las prácticas terminaban antes de la hora de salida, se necesitaba estar verdaderamente loco para regresar al pupitre.
Además, participar en el contingente era una excelente oportunidad para conocer chicas quienes, coquetas, desfilaban con esos modelos revolucionarios que eran la locura para los jóvenes adolescentes.
¿Y qué decir del día mismo del desfile? Apenas terminaba el asunto y las calles del centro de la ciudad se llenaban de jóvenes en uniforme de secundaria y preparatoria disfrutando de la libertad de tener un día libre y sin escuela.
Por supuesto que en ese entonces a ninguno de nosotros nos importaba que nuestros papás tuvieran que gastar quién sabe cuántos cientos –quizás miles- de pesos en los pants, falditas, tenis, adornos y toda la indumentaria que los maestros nos obligaban a usar ese día y que se quedaron olvidados en el rincón de un clóset porque nunca más los volvimos a usar.
De hecho recuerdo que un 20 de noviembre, al terminar el desfile, Matamoros fue escenario de una violenta protesta estudiantil en contra del transporte público donde las cosas se pusieron tan feas, que hubo quienes quebraron los vidrios de todos los edificios aledaños al Palacio Municipal y hasta quemaron una pesera ahí, en la explanada de la plaza.
Ninguno de los que participamos en esos desfiles pensamos en los ideales de Zapata o el anhelo de democracia de Francisco I. Madero mientras hacíamos nuestras rutinas. Es más, nos importaba un pepino el orgullo que le hacíamos sentir al director de la escuela quien, como mamá de quinceañera, se paraba junto al alcalde en turno el pecho inflado, como mostrándole lo que “sus muchachos” podían hacer.
Simplificando la idea, la posibilidad de que no haya desfile de 20 de noviembre es una mala noticia para los maestros y alumnos pues los primeros no van a poder lucirse ante las autoridades y los segundos, han perdido una fecha de tradicional relajo.
Quizás los únicos que no lamentan la cancelación del desfile son los padres de familia, quienes este año no van a tener que gastar de más.
Diasdecombate@hotmail.com
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