Madrid, España / Noviembre 3.-
Desde que Mario Vargas Llosa recibió la noticia de que había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura, su vida ha dado un giro de 180 grados. Dice que duerme entre dos y tres horas al día, que sus horarios “han saltado por los aires”, que se ha visto acosado e invadido por los medios de comunicación.
Agrega que apenas 20 minutos después de recibir la noticia su departamento en Nueva York, al que se acababa de mudar y cuya dirección apenas sabían un par de amigos, “se llenó de gente que no conocía; periodistas suecos, daneses, fineses”. Pese a todo, reconoce estar muy feliz, aunque asegura que nunca aspiró a conseguirlo.
“Mis aspiraciones literarias eran escribir buenas novelas, buenos libros”, relató durante la multitudinaria presentación de su nuevo libro “El sueño del celta” (Alfaguara).
“El sueño secreto de todo escritor es que algún día mis libros se leyeran como he leído yo los libros que me han cambiado la vida, que me han conmovido, que me han deslumbrado, que me han enriquecido como ser humano, como escritor. Ese ha sido mi sueño. Un sueño que nunca sabré si se hará realidad o no, porque esas cosas se saben cuando uno ya ha desaparecido”, añadió.
El escritor fue recibido con un fuerte aplauso a su llegada a la Casa de América de Madrid donde le esperaban más de un centenar de reporteros. Con el rostro cansado, pero siempre amable y atento, tras posar con paciencia para los fotógrafos respondió durante más de una hora a todo lo que se le preguntó.
Habló de su novela y de su protagonista: Roger Casement (1864 y 1916). Un diplomático británico que tras viajar al Congo y a la Amazonia y ser testigo de horrores, mutilaciones, asesinatos, prostitución y esclavitud a los que los europeos sometían a los indígenas que trabajaban en la explotación del caucho, se convirtió “en el primer europeo en denunciar los crímenes del colonialismo”. Y pese a ello, “hoy apenas nadie lo recuerda ni en África ni en Perú como yo mismo comprobé cuando viajé a los escenarios de la novela”, contó.
Comprobó también que buena parte de la actual situación del Congo viene de esa “vertiginosa brutalidad”: “Los descendientes de las víctimas todavía no han podido recuperarse”, señaló.
Calificó el personaje de “fascinante”, y relató que una de las cosas que más le sedujo de él, “aparte de la labor solidaria extraordinaria, es la complejidad de su personalidad”. “Es un caso típico en el que por un lado vemos a un héroe, a una persona de un coraje fuera de lo común, y de otra parte a un ser humano, falible, con debilidades, con incongruencias y contradicciones en su biografía”, explicó. “Es un ser en el que los seres comunes y corrientes podemos reconocernos de inmediato”.
Vargas Llosa contó que cuando Casement descubre los horrores del colonialismo comienza a preguntarse por qué si estaba en contra de que los belgas fueran dueños del Congo, estaba de acuerdo en que los ingleses fueran dueños de Irlanda. “Entonces vivió una transformación que debió haber sido muy dramática y desgarradora, porque era renunciar a lo que él había sido y a lo que habían sido sus ancestros. Pasó de eso a convertirse en uno de los fundadores del Ejército Republicano Irlandés (IRA), en un conspirador”.
Política y nacionalismo
El escritor también habló de política. Elogió la política interior de Lula pero criticó su complacencia con regímenes dictatoriales como el de Cuba. De Estados Unidos dijo que la derrota de Obama no había sido tan “dramática” como se esperaba, y aseguró que ahora el debate está “en si las políticas sociales deben pasar por el Estado o por la sociedad civil en un país que tradicionalmente desconfía de la intervención estatal”. También se refirió a la situación argentina tras la muerte de Néstor Kirchner y mencionó que el mal del país tiene un nombre: “peronismo, es decir populismo”. Y habló del nacionalismo como una plaga que ha teñido de sangre la historia. “En América Latina ha sido la razón principal de que vivamos desunidos”.
El próximo 10 de diciembre el escritor recibirá el Nobel en Estocolmo (Suecia). Y aunque no quiso adelantar nada de su discurso, sí comentó que el premio no le tapará la boca como ha ocurrido con otros galardonados. “Voy a seguir hablando como una cotorra porque como dijo Flaubert: ‘escribir es una manera de vivir, es el placer supremo’. Afortunadamente no he tenido nunca eso que llaman el blanco, cuando el escritor se queda paralizado frente a la hoja en blanco y se pasa meses y a veces años sin escribir. Sé que les ha ocurrido a muchos escritores. A mí no. Yo tengo la sensación de que nunca voy a tener el tiempo suficiente de hacer todas las cosas que quisiera hacer. A mí la muerte me encontrará con la pluma en la mano”, concluyó.
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