Las horas transcurren y el fin es inminente. Eugenio Hernández Flores terminará su sexenio como seguramente jamás se imaginó: con Tamaulipas sumergido en uno de sus peores tiempos a causa de la inseguridad.
Su sonrisa se fue apagando después de aquel fatídico lunes 28 de junio, con el asesinato de su gran amigo Rodolfo Torre Cantú, entonces candidato del PRI al Gobierno del Estado.
Pero meses antes Tamaulipas había dejado de ser el mismo. Hechos fuera de su gobierno y de su alcance detonaron en lo que se escucha en el diario vivir y que no se puede ocultar con la presencia de fuerzas militares por doquier.
Desde hace un mes viajar de Reynosa a Matamoros es toparse con, al menos, tres retenes de la Marina, instalados a lo largo de 90 kilómetros. Muchos para tan corta distancia.
Y como aderezo de ese platillo casi de guerra civil, sobrevuelan los helicópteros de la Marina y de la Policía Federal fuertemente artillados en misiones contra el crimen organizado.
Sabrá Dios cuándo terminará esto, donde los habitantes desde Nuevo Laredo a Matamoros y de cada rincón de Tamaulipas, parecen ser protagonistas –a veces– de una película de Sylvester Stallone con balas y granadas.
Mientras tanto, Eugenio Hernández Flores ya cuenta las horas para entregar la estafeta a Egidio Torre Cantú: una papa bien caliente.
Twitter: @hhjimenez
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