Indigna conocer la historia de Octavio García López, el pequeño prodigio de la educación reynosense quien, se suponía, iba a recibir un reconocimiento y una beca del gobierno federal por haber obtenido el primer lugar en la prueba Enlace.
Como era de esperarse, los padres, maestros y este mismo niño de once años de edad –que cuando crezca quiere ser ingeniero–, no sólo estaban orgullosos, sino que ya estaban planeando el futuro de esta mente brillante, tan escasas en estos tiempos.
Sin embargo, fieles a su costumbre, alguien en la Secretaría de la Educación “la regó”, y el pasado 19 de octubre, anunciaron a Octavio y a sus maestros que había un error y no iba a haber ni beca, ni premio o, por lo menos, viaje a la Ciudad de México para conocer al presidente Felipe Calderón.
Como si un “disculpe usted” fuera suficiente para remendar los sueños rotos de este niño que no sabe de burocratismo o de política… es más, ni siquiera esperaba que alguien iba a reconocerlo por ser un buen estudiante.
Se ha dicho hasta el cansando que la educación en México es un asco y es verdad; está siendo ahogada por un sindicalismo perezoso y unas autoridades que no tienen la menor idea del daño que le hacen al país al poner en segundo término a los estudiantes.
Este error es una clara muestra de todo lo que está mal en el sistema educativo, donde a nadie parece importarle el daño que le han hecho no solamente a Octavio, sino a sus compañeros de pupitre quienes ya lo veían como un ejemplo a seguir.
En otros países donde la educación de los niños sí es importante, si un funcionario cometiera un error de este tipo ya estaría redactando su renuncia, sin embargo, estamos en Reynosa, Tamaulipas y aquí todo es posible… menos lo que se tiene que hacer.
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