Uno, dos, tres golpes… y el boxeador olímpico mexicano, Arturo Santos ya había ganado la confianza necesaria. A partir de entonces el camino estuvo despejado.
Sus desplazamientos en el ring fueron perfectos: al frente, atrás, a los costados; y también lo fue su estrategia: entrar y salir, entrar y salir… y golpear con precisión para sumar puntos.
“Ahora los jueces ya no se van con cualquier golpecito. Los quieren contundentes”, asegura el mexicano, tan sólo unos minutos después de haber superado su primer combate, en el Gimnasio de los Trabajadores de Beijing.
Apenas el primer round.
Y el primer punto, seguido del júbilo del público, especialmente de un pequeño, pero notable grupo de mexicanos que nunca más dejaría de manifestar su apoyo para el guerrero vestido de azul que ofrece una verdadera cátedra de boxeo, una clase de defensa y ataque.
“Los escuchaba, claro que sí. Mis compañeros de box y muchos otros atletas me habían confirmado su presencia, al igual que mi papá, que también estuvo en las gradas. Creo que no se había gritado tan fuerte en Beijing como ahora se hizo con México”.
Y sí, ahí se vio a su padre, don José Santos, instalado en el segundo nivel, donde derramó lágrimas de orgullo, donde fue presa fácil de la emoción. Y disfrutó infinitamente de aquellos instantes. Cómo negarlo.
“Así pues, esta pelea tiene una dedicatoria especial. Es para mi mamá (Silvina Reyes), que cumple años este martes; y para mi papá, que por primera vez me acompaña en una pelea fuera del país”.
A la zona mixta, destinada para las entrevistas con los boxeadores, Arturo llega todavía bañado en sudor tras el esfuerzo realizado. Pero luce sereno, muy relajado. Se le escucha tranquilo.
—¿Habrá festejo, Arturo?
—Qué te parece si lo dejamos para después. El objetivo es una medalla olímpica, y este es apenas el primer paso. Por ahora tengo que preparar la siguiente pelea y cuidar el peso. Pero cuando esto termine ya nos veremos…
A don José, en cambio, nada lo detiene. El triunfo de su hijo bien amerita un par de cervezas, cuando menos para empezar.
El primer paso está dado. El triunfo por 6 puntos a 2 sobre el keniano Nicholas Okoth, en la división de los 57 kilogramos, lo instala en la segunda ronda, ante Alaa Shili, de Túnez, el viernes 15 de agosto.
“En la primera pelea me sentí bien, a pesar de que en esa instancia siempre se está tenso, amarrado por la presión y los fuertes entrenamientos. Creo que en la segunda me va a ir mejor. Sólo tengo que ser más inteligente para manejar el combate”.
Mientras tanto, el tamaulipeco continúa con sus planes. Siente que nada lo detiene. Se muestra absolutamente seguro de sus capacidades.
“En los Juegos Olímpicos pasados no se ganó ni una pelea; ahora ya se logró. Pero yo no me conformo con eso. Quiero ganar una medalla. Y la verdad es que las esperanzas que tienen en mi persona muchos mexicanos, lejos de presionarme, me motivan”, asegura Santos.
Ya dirige los pasos hacia la zona de vestidores, pero regresa para puntualizar: “Estoy fuerte para meterme al medallero…”. La frase es cortada de inmediato por el propio boxeador: “Pero es mejor esperar… ¿verdad?”.
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