Washington, E.U. / Septiembre 17.-
El número de estadounidenses que vive por debajo de la línea de pobreza creció en cuatro millones el año pasado para alcanzar a 43.6 millones de estadounidenses, divulgó ayer la Oficina del Censo, lo que constituye la cifra más alta desde 1959, en medio de la recesión más profunda desde el siglo pasado.
Según las estadísticas de la Oficina del Censo, el índice de pobreza ha llegado al 14.3% de la población; es decir, uno de cada siete estadounidenses, un porcentaje que no se presentaba desde 1994. Lo peor es que el fenómeno del empobrecimiento ha mordido y paralizado el nervio de la población económicamente activa (entre los 18 y los 65 años de edad) en 12.9%, algo no visto desde la década de los 60.
La promesa del sueño americano se ha convertido en un penoso descenso a los infiernos para casi 44 millones de personas en Estados Unidos.
Nada más conocer los últimos indicadores, el presidente de EU, Barack Obama, salió a la palestra para asegurar que “aun antes de que la recesión golpeara, el ingreso de la clase media se había estancado y el número de gente que vive en el umbral de la pobreza ya era absolutamente inaceptable”. Acto seguido, Obama hizo una defensa de su plan de estímulo económico, de su reforma sanitaria y de su propuesta de eliminar las actuales desgravaciones fiscales a los más ricos —a pesar de la oposición de los republicanos y de algunos legisladores de su propio partido—, como forma de evitar o mitigar la expansión de la tasa de pobreza.
Según los baremos del gobierno, una familia de cuatro personas vive en la pobreza si recibe ingresos menores a 22 mil dólares al año, una cantidad que resulta insuficiente para pagar una renta o hipoteca, financiar gastos de educación, salud y alimentación. Hasta la década de los 60, el índice de pobreza se calculaba a partir del costo de los alimentos. Hoy, la caracterización del pobre tiene en cuenta variables como el costo de la salud, la vivienda, la alimentación, la energía y la inflación, entre otras.
Los más golpeados
A pesar de que la caracterización y definición de la pobreza ha sido un tema en continua disputa en Estados Unidos —muchos especialistas consideran que los criterios para definir la pobreza son o muy rígidos o insuficientes—, lo cierto es que el deterioro de la economía de la clase media se ha convertido en una realidad que hoy nadie puede negar y que ha llegado para quedarse desde finales de la década de los 90. Si se toman en cuenta los grupos demográficos, la pobreza sigue golpeando especialmente a las comunidades afroestadounidense y latina.
Según la Oficina del Censo, el porcentaje de hispanos que permanecen atrapados en el umbral de la pobreza aumentó de 23.2% a 25.3%.
Aun cuando el reporte indica que el ingreso medio en los hogares hispanos fue el de mayor recuperación, con 0.7% de incremento, lo cierto es que los latinos en Estados Unidos sólo superaron al ingreso de los hogares afroestadounidenses, que registraron el más bajo en 2009. En el caso de los afroestadounidenses, la pobreza pasó del 24.7 a un 25.8%.
Tras difundirse las nuevas estadísticas de la pobreza, distintas organizaciones han advertido al gobierno y al Congreso sobre las peligrosas implicaciones de un fenómeno que afecta principalmente a los jóvenes.
“El aumento de la pobreza entre jóvenes y niños es un serio revés para nuestro país y nuestra economía”, consideró Harry Holzer, de la Universidad de Georgetown.
“El impacto de la pobreza entre los niños y jóvenes se quedará entre nosotros durante varios años por la forma en que este fenómeno repercute en los niveles educativos, de aprendizaje y de productividad”, aseguró el especialista, al subrayar el paradójico encarecimiento que genera la pobreza en términos de desarrollo.
“Por eso necesitamos invertir en soluciones que nos permitan ayudar a esas poblaciones vulnerables como los jóvenes que, con el tiempo, se convierten en un problema económico y en una carga financiera”, señaló.
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