Alguna vez la actriz Carmen Montejo cuestionaba si efectivamente la mujer había alcanzado su liberación en el momento en que se integra a la vida laboral y pública, dejando a un lado su posición “pasiva” de ser simplemente ama de casa, vigilante del bienestar de los hijos y por ende, de la familia.
Mientras la entrevistábamos varias mujeres nos decía, ¿creen que se liberaron, eso es liberación?
No, se contestaba a sí misma, ahora trabajan más, además de hacerlo fuera de la casa, tienen que llegar a desempeñar las labores del hogar, cuidar a los hijos, ayudarles a hacer la tarea y además atender al marido.
¿Eso es liberación? Insistía, mientras nosotras la observábamos azoradas.
Esas preguntas nos las hizo hace más o menos 22 años. Hoy su cuestionamiento está más vigente que nunca.
La actriz de ascendencia cubana tenía razón y sigue teniéndola.
Las mujeres pasamos a engrosar la fuerza laboral, pero no quisimos dejar de ser protagonistas de un hogar, donde nosotras formáramos parte de la imagen ideal: Un esposo, una esposa, dos hijos y un lindo perro.
Nos decíamos que valía la pena salir de casa, ayudar en el gasto del hogar para alcanzar una mayor calidad de vida. Demostrarle al mundo que sabíamos no sólo llevar las cuentas del mandado, lavar uniformes, limpiar la casa, sino también ser exitosas afuera, donde los hombres se partían el alma para ganar el sustento familiar.
En el recuento de los daños, como dice la canción de Gloria Trevi, las mujeres sí logramos vencer nuestro miedo, nuestra timidez a exponernos a nuevas experiencias, pero no supimos negociar las condiciones.
Llegamos al mundo masculino queriendo ser como ellos y aunque en eso se nos fuera la existencia nos sometimos a extenuantes jornadas laborales, hoy nos damos cuenta que la naturaleza es sabia, por eso establece tiempos para todo.
Para trabajar, divertirse, descansar, estudiar, dormir. Hay que reaprender a organizar nuestra vida, para empezar a vivir, no sólo a sobrevivir.
Dejemos de competir contra los hombres, mejor hagámoslos nuestros aliados en ese proceso de querer ser independientes económicamente y exitosas laboralmente, sin que ello signifique aventar a la familia a la basura.
Renegociemos, así como lo hacemos en nuestros trabajos, entendamos que la familia como la conocimos de nuestros abuelos y nuestros padres no existe más, pero ello no implica que seamos peores, simplemente cambiamos, las circunstancias nos cambiaron.
La Segunda Guerra Mundial enfrentó a las mujeres a una realidad: No había marido, él estaba en el frente luchando, pero tampoco había dinero suficiente para sostener a la familia, y hubo que ayudar a sacar a los hijos adelante. Cuando esos hombres regresaron de la guerra, se dieron cuenta que su hogar tradicional había desaparecido.
Este el momento de reacomodar las cosas, sin que tengamos que quedarnos sin casarnos o como madres solteras, hay que hablarlo con la pareja y contribuir entre los dos al sostenimiento familiar y también al cuidado de los hijos.
Cuando eso pase no nos sentiremos usadas por el gobierno con el mensaje donde mencionan que construye guarderías para las madres trabajadoras y se oye una voz femenina que dice: Los cuidamos mientras tú trabajas. Ese anuncio sólo produce un gran sentimiento de culpa y pareciera que somos rehenes de un sistema de gobierno que integró a la mujer a la fuerza laboral sólo para explotarla.
QUÉ ES UN DIPUTADO
En su página de Internet, Baltazar Hinojosa explica qué hace un legislador, además orientará a los jóvenes que por primera vez tramitaron su credencial de elector acerca del poder que representa este documento en sus vidas.
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