México, D.F. / Agosto 24.-
Uno de los esqueletos humanos más antiguos de América, que vivió durante la Era de Hielo hace más de 10 mil años, fue extraído por especialistas mexicanos de una cueva inundada de la Península de Yucatán, junto con toda la información que guardó por siglos y que revelará nuevos datos sobre el poblamiento del continente.
La osamenta fue extraída a la superficie luego de tres años de estudio in situ, a fin de no perder información, informó este martes el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).
Entre la comunidad académica se le conoce como el joven de Chan Hol, porque el escaso desgaste del esmalte de sus dientes indica su corta edad y fue localizado en el cenote del mismo hombre.
El esqueleto fue descubierto en 2006 por una pareja de espeleobuzos alemanes, de apellido Thursten, mientras reconocían la cueva de Chan Hol (hoyo pequeño en maya), que en esa época era un sitio recién explorado.
Estos espeleobuzos estaban buscando añadir más tramos a la “línea de vida”, es decir la cuerda guía que colocan los buzos para no perderse al interior de la cueva, cuando vieron los restos óseos. Dieron aviso al Centro INAH en Quintana Roo y de inmediato comenzó el registro.
El INAH señaló que este es el cuarto esqueleto de uno de nuestros predecesores más remotos en el continente americano, junto con La Mujeres de Naharon, La Mujer de las Palmas y El Hombre del Templo, descubiertos también en el interior de cuevas inundadas cercanas a Tulum en años recientes.
El Joven de Chan Hol fue “rescatado” cueva adentro a 542 metros de longitud y 8.3 de profundidad, en una caverna donde abundan estalagmitas y a la que sólo se llega por intrincados laberintos, también inundados y completamente oscuros.
Los trabajos los realizó un grupo de expertos encabezado por el biólogo Arturo González, coordinador del proyecto Estudio de los Hombres Precerámicos en la Península de Yucatán y director del Museo del Desierto de Coahuila, con la participación de los espeleobuzos Eugenio Acévez, Jerónimo Avilés y Luis Martínez, del naciente Instituto de la Prehistoria de América, bajo el auspicio del INAH.
Los antropólogos físicos de la UNAM que lo analizaron en superficie piensan que el cuerpo fue colocado en la cueva en una ceremonia funeraria realizada al final del Pleistoceno, cuando el nivel del mar estaba 150 metros más abajo, y antes de que se inundaran esas cavernas que, probablemente, el Joven de Chan Hol conoció y recorrió secas, indicó el INAH.
El esqueleto de Chan Hol fue colectado en 60 por ciento de su totalidad, con huesos representativos de las cuatro extremidades, vértebras, costillas y cráneo, así como varios dientes, lo que para los antropólogos físicos “es estupendo” ya que cuando se trata de ejemplares de 10 mil años generalmente sólo se encuentra el cráneo o la mandíbula y, con suerte, un 20 o 30 por ciento de la osamenta.
El joven
Estos restos, junto con los otros tres más antiguos, son pieza clave para entender el poblamiento de América, ya que fortalece la hipótesis de que el continente americano se pobló a partir de varias migraciones provenientes de Asia.
Arturo González, especialista en paleobiología, detalló que estas cuatro osamentas, halladas en cuevas inundadas de Quintana Roo, “revelan migraciones procedentes del sureste asiático anteriores a las conocidas hasta ahora como grupos clovis, que habrían cruzado desde el norte de Asia, también por el Estrecho de Bering, al final de la Era de Hielo.
“Nuestros fechamientos -añadió- han comprobado que las osamentas colectadas en estas cuevas pertenecen a individuos de grupos preclovis, y se enmarcan dentro de los escasos restos humanos del Pleistoceno Terminal americano, cuyas características físicas se asemejan a la gente del centro y sur de Asia, lo que sugiere diversas migraciones hacia el continente”.
Los huesos de El Joven de Chan Hol deberán reposar varios meses hasta consolidarse, antes de ser sometidos a estudios morfoscópicos (de la forma de los huesos y cráneo) para confirmar si comparte características morfológicas y físicas con los otros tres esqueletos extraídos de las cuevas.
También se comprobará su antigüedad, sexo, causas de fallecimiento y edad al morir, además se le aplicará Carbono 14 y estudios de imagenología, es decir, tomografías para estudiar la composición, densidad y formas interiores de la estructura ósea.
Para llevarlo a la superficie se necesitaron casi tres años de estudios arqueológicos y de antropología física in situ, incluyeron el registro fotográfico y en video de cada parte del esqueleto y su entorno.
Se necesitaron por lo menos 50 inmersiones de exploración en la cueva, durante las cuales se estudiaron todas las posibilidades de lo que ocurriría al mover la osamenta, porque cada centímetro de hueso y su contexto significaba una pieza irrecuperable con la que se deberá armar el rompecabezas de una historia milenaria.
En la investigación participan el INAH, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Museo del Desierto de Coahuila y el Instituto de la Prehistoria de América, a través de un proyecto -ahora interinstitucional- que nació hace 10 años en el INAH.
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