A consecuencia de la baja popularidad de los funcionarios panistas que aspiran a la presidencia, los secretarios del Trabajo, Sedesol y Educación, pareciera que recibieron línea de Felipe Calderón para que anticipen sus campañas en busca de mejorar su posicionamiento político.
Las encuestas de diversos diarios preocuparon desde principios de año al inquilino de Los Pinos porque los números mantienen en la cúspide de las preferencias por la silla presidencial al priista, Enrique Peña Nieto, y al perredista Andrés Manuel López Obrador, pero ningún panista se acerca a los niveles de popularidad de los aspirantes de otros partidos.
Esa preocupación llegó a las oficinas de Calderón desde hace meses donde pudo habrse tomado la decisión de armar una estrategia para que Alonso Lujambio Arizábal, ministro de Educación, Javier Lozano, titular del Trabajo y Heriberto Félix Guerra, secretario de SEDESOL, salieran en busca de reflectores.
Ese parece ser el motivo por el cual los ministeros de Educación, del Trabajo y Sedesol acuden de plaza en plaza a externar sus intenciones de participar en las elecciones presidenciales del 2012, como lo han hecho en Monterrey cada que tienen oportunidad.
No lo disimulan ni se andan por las ramas, lo dicen abiertamente y sin temor a recibir alguna represalia de organismos electorales o críticas de los partidos o contendientes.
A los ciudadanos de a pie no les preocupa que anden en plena campaña los “presidenciables” panistas, lo que inquieta a los ciudadanos es que decuiden su chamba y ofrezcan resultados nada halagadores para la sociedad.
Este escenario nos muestra que Calderón le apuesta a estos tres “gallos” para sucederlo en la silla de Los Pinos, aunque la estrategia parece estar mal aplicada, porque estos presonajes han descuidado por completo las formas y normas jurídicas; no disimulan sus intenciones y parece no preocuparles los cuestionamientos de los adversarios de otros partidos.
Los tres ya han estado en Monterrey y ninguno de los secretarios ha sido discreto en mostrar sus aspiraciones, por el contrario han sostenido renuniones partidistas más allá de sus obligaciones como servidores públicos.
¿En verdad habrá línea presidencial para estos secretarios? O será puro cuento de ellos mismos, que siguiendo sus propios intereses personales, decidieron brincarse las trancas e iniciar su carrera proselitista.
Bien dicen que en el quinto año de gobierno, los presidentes empiezan a debilitarse, pero en el caso de Calderón, esta maldición pareciera haberle llegado meses antes.
Cualesquiera que sean los escenarios, con anuencia presidencial o no, lo importante para el pueblo es que los funcionarios cumplan para lo que están contratados o de plano que renuncien a sus cargos para que se dediquen a su campaña proselitista.
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