Los cambios que se pretenden realizar a la Constitución, son sin duda una aprobación para que las fuerzas castrenses puedan realizar lo que se le imagine.
Estas van desde perseguir a un ladrón callejero, hasta dirigir gobiernos estatales y porque no, el nacional, es decir que en este momento la presencia del ejercito en labores policiacas de extermino son hasta ahora inconstitucionales, pero a partir de la aprobación de esas adiciones a la Constitución de los Estados Unidos mexicanos, serán legales.
Hay cosas para recordar, cuando al inicio del mandato del presidente Calderón, se ungió con casaca y quepí militar, (desde ese entonces le quedaron grandes), lo que dimensiona verdaderamente al militar de carrera y al civil disfrazado.
Las asechanzas son múltiples, así como las lecturas de ese episodio ocurrido inmediatamente después de la unción de su banda presidencial.
Calderón resultó mas cañón que bonito, les dio de comer por cuatro años a los gobernadores, mientras fraguaba su plan, no el de Ayutla por supuesto y los gobernadores cayeron en su garlito, comieron de su mano, se engolosinaron y hoy no tienen con que cubrir sus onerosos faltantes, hoy quien tiene la rienda, es precisamente Calderón.
Si esto es para bien, no sólo para su partido sino principalmente para el pueblo mexicano, tan necesitado de un líder honesto, sería el principio de una nueva era, de algo que quienes tenemos varios lustros en el espinazo hemos ansiado y visto transcurrir el tiempo, sin cambios políticos sustanciales, pedidos por el pueblo para el pueblo, pero si hasta ahora llega una respuesta útil, sería benéfico.
Y es que por años navegamos con bases flotantes sin una sustentación sólida, pendemos todavía de la fuerza de líderes sindicales y del valor de respuesta de unos cuantos, quienes curiosamente son acallados por las buenas o por las malas, uno a veces se pregunta si se conoce el origen del problema y la inteligencia militar y la policía federal preventiva conocen y tienen ubicados a los malillas. ¿Por qué no se les detiene?
Sabíamos todos, secreto a voces, que había problemas en San Fernando desde hace años y que lo mismo pasaba en Reynosa, Miguel Alemán, así como Mier y Camargo, entonces, ¿por que dejaron que ocurriera? ¿donde se perdieron las cosas?.
Sabíamos que había un ejido por ahí, donde al ir a un rancho sobrevoló sobre mi cabeza en tres o cuatro ocasiones, el temor de recibir un balazo o muchos, el caso es lo mismo, me aterrorizó. Uno no puede traer ni un cortaúñas, pues es una arma letal y si no hay quien te defienda ¿entonces que hacemos los simples ciudadanos?
¿Por qué hasta ahora los cambios en la Constitución? Cambios políticos y de posibilidades, dando al ejército del que no tengo dudas de su lealtad institucional, de realizar prácticamente lo que se le ocurra actuando como policía y fuerza castrense, estaremos en sus manos sin más.
Ahora con el cargo de tantos muertos, -se habla de cien mil- aunque el gobierno solo aceptó 35 mil. Como sea, el fardo es muy pesado, mucho más que el que cargó el Pípila, los diablos se sueltan y la cabeza juega con ellos tanto que ni siquiera un buen “gentleman Jack” doble soluciona. Ojalá todo sea para bien, tengo mis dudas y estas son perseverantes.
Al tiempo, al tiempo.
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