Ciudad del Vaticano / Abril 27.-
México fue un país estratégico para el proyecto de la “nueva evangelización” en el pontificado de Juan Pablo II por su influencia en Latinoamérica y Estados Unidos, aseguró José Guillermo Gutiérrez Fernández.
El sacerdote mexicano, actualmente oficial del Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano, relató a Notimex algunas de sus experiencias con Karol Wojtyla, a quien conoció personalmente y saludó en diversas ocasiones.
“México, no cabe duda, fue un país estratégico para su pontificado, desde el cual mostró un modo nuevo de presentación de la fe, desde donde mostró a quienes tenían una visión renunciataria y derrotista, que la Iglesia es joven y sigue siendo capaz de ilusionar a las masas”, afirmó.
“México es un país con una influencia notable en Latinoamérica, y debido a las emigraciones, también en la Iglesia Católica de Estados Unidos. Entonces me parece descubrir que el amor del Papa por México también tenía esta impronta estratégica”, agregó.
Constató que esta vocación católica contrasta con una cierta propaganda “anticatólica” promovida por diversos grupos mexicanos quienes han intentado cuestionar tanto la beatificación de Juan Pablo II como la imagen del actual Papa Benedicto XVI.
Según el sacerdote de la arquidiócesis de la Ciudad de México, en su país se vive “alegría y responsabilidad” por el reconocimiento del pontífice polaco como beato, a quien sus connacionales ya lo consideran un “intercesor en el cielo”.
Reveló que, como parte de su labor en El Vaticano, le han llegado correos electrónicos de muchas personas de México quienes encomiendan a Juan Pablo II el problema de la paz y de la conversión de quienes se dedican a delinquir, particularmente de los narcotraficantes.
“La gente en México ama profundamente a Juan Pablo II, es consciente del gran amor del Papa por los mexicanos y corresponden generosamente. Casi no hay una familia mexicana en la que alguno de sus miembros no lleve en su honor el mismo nombre”, relató.
“Hace unos meses un sacerdote polaco amigo mío visitó México y volvió a Roma impresionado del hecho de que en los más recónditos pueblecitos había imágenes suyas (de Juan Pablo), calles y negocios intitulados a él”, apuntó.
El sacerdote contó un encuentro cercano que tuvo en 1990 con Juan Pablo II cuando ayudó como “ministro del libro” en una misa del Papa en la Basílica de Guadalupe.
Recordó que en aquella ocasión a los servidores de la eucaristía los pusieron en fila para dar la bienvenida al pontífice quien, tras bajar del “papamóvil” fue dando la mano, uno a uno, a los presentes. Él se encontraba en el último puesto en la formación.
“Cuando llegó quise decir: gracias santidad, pero la emoción me paralizó en sa… sa… sa… Él se detuvo y dándome una palmada en el hombro me dijo: ¡Santidad! La victoria que vence al mundo es nuestra fe, no lo olvides”, relató.
“Desde luego esas palabras se me han quedado grabadas indeleblemente. Durante toda la misa pude comprobar que las palabras que me había dicho procedían de su experiencia personal más íntima. Me conmovió su modo de estar metido en Dios”, añadió.
Para Gutiérrez en su país hace falta la reconciliación, el diálogo y la construcción de acuerdos, características propias del futuro beato, quien siempre tuvo confianza en el ser humano, en su razón y sus experiencias originales.
Recomendó a los mexicanos no sólo dar rienda suelta a su entusiasmo, que puede ser superficial y pasajero, sino a reflexionar verdaderamente sobre los mensajes dejados por el Papa en sus diversas visitas a esa nación.
“Para ello más que descalificaciones hay que escuchar las razones del otro y creer en la buena voluntad de los demás, aunque no se compartan sus razones, sus estrategias y sus ideales”, estableció.
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