Múzquiz, Coah. / Abril 23.-
Manuel González mira hacia la serranía del Burro. Aún no puede creer que el incendio que comenzó entre esos cerros, hace un mes, siga abrasando el norte de Coahuila, tenga a más de mil hombres sin dormir y avance por los pastizales.
Manuel González se quita la cachucha, se frota la cabeza y observa el paisaje lleno de humo que tiene enfrente. “Mirar esto da una impotencia tremenda. Todos los años hay fuego, pero en 15 días los apaciguabas. Ahora nos sorprendió. Nadie pensó que iban a ser de esta magnitud”.
Nadie pensó que la lumbre —que comenzó cuando varios rayos cayeron sobre los árboles de la sierra— se convirtiera en una pesadilla para los rancheros de estas tierras, para el estado de Coahuila y para el país, que vive una de sus peores temporadas de incendios después de 1998, cuando el fuego dejó 178 mil 357 hectáreas dañadas.
Ahora, en un mes, los dos grandes incendios en la sierra norte de Coahuila han afectado ya más de 198 mil hectáreas, un territorio similar al que ocupa el Distrito Federal y parte del municipio de Nezahualcóyotl. Además, han requerido la movilización de 240 millones de pesos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden).
Y aunque los días 20 y 21 de abril se registraron lluvias en la región, éstas no alcanzaron para que los brigadistas cantaran victoria. “La lluvia no fue suficiente para apagar el incendio en el área de El Bonito”, lamenta Alfredo Nolasco, gerente de Protección y Control de Incendios de la Comisión Nacional Forestal (Conafor).
Los dos incendios de gran magnitud siguen activos. Uno de ellos, el que se registra en la zona de El Bonito, tiene “entre 70 y 80 kilómetros de perímetro encendido”, mientras que el fuego en el área de La Sabina “tiene todavía un perímetro de 15 kilómetros… y está cerca de la sierra de Santa Rosa; queremos evitar que cruce esta sierra”.
La zona de La Sabina ha sido una de las más afectadas. Ahí, Manuel González mira las cenizas de las palmeras carbonizadas que cubren lo que se conoce como Valle de Colombia, una extensión de 70 mil hectáreas de pastizales y matorrales, 80% de las cuales ya se quemaron. “Esta zona se quemó casi toda. Anoche, este frente ya no existía, ya estaba controlado, pero cambió el aire y trajo la lumbre desde allá. En un ratito la puso acá y acabó con todo”, dice.
Eso es lo que más le preocupa a Manuel. Si el viento sigue haciendo de las suyas, podría llevar el fuego hacia el oeste, hacia su rancho La Palma, localizado a 10 minutos de estas tierras que ya lucen grises.
Los meteorólogos, explica Alfredo Nolasco, no esperan lluvias para los próximos días en la región. Lo que prevén son condiciones más favorables de humedad y poco viento. Si este pronóstico se cumple, “esperamos que en un par de semanas podamos tener resultados sustancialmente importantes en el control del incendio”, dice.
De la sierra a los valles
Todo comenzó por una tormenta eléctrica. El pasado 16 de marzo, Manuel González y otros rancheros de la región vieron cómo se iluminó el cielo con los rayos que caían sobre los cerros de la serranía del Burro.
Fueron varios los rayos que ocasionaron pequeños incendios, explica Andrés Nájera Díaz, profesor investigador de la Universidad Agraria Antonio Narro, quien desde hace tres semanas es el encargado de la comunicación en el Centro de Mando para el control de los incendios, que se estableció en el edificio municipal de Múzquiz.
Uno de esos pequeños incendios fue detectado por los rancheros que viven alrededor de la sierra. “Se mandó una cuadrilla para apagarlo. Se trabajó y se hizo. Todos pensamos que se había apagado, pero vino un aire y se volvió a prender. Y de ahí no se ha podido apagar”, dice con impotencia Manuel González, quien también es presidente de la Unión Regional Ganadera.
En un par de días, los pequeños fuegos en la sierra norte de Coahuila se transformaron en dos grandes incendios, separados por pequeñas sierras y una amplia extensión de pastizales.
Andrés Nájera explica que en la zona se dieron todas las condiciones para tener incendios de gran magnitud: “En febrero se presentó una helada atípica que provocó temperaturas de 14 a 17 grados bajo cero; los pastizales se quemaron con el frío y se convirtieron en combustible listo para arder. Hay poca humedad. Además, las tormentas eléctricas suceden, por lo regular, en mayo, cuando está cerca la temporada de lluvias. Ahora se adelantaron”.
Por si eso no fuera poco, los incendios comenzaron en peñascos y otras áreas de difícil acceso, donde es imposible que lleguen los brigadistas o los aviones, dice Alfredo Nolasco.
“Lo único que podíamos hacer es esperar a que el fuego bajara de la sierra y llegara a los valles, donde es posible trabajar con seguridad”, explica.
El fuego llegó a los valles hace dos semanas. Ahí, pese a los pronósticos, no ha sido posible controlarlo, porque el viento se ha convertido en su mejor aliado. Nolasco comenta que se han presentado vientos de hasta 90 kilómetros por hora. “Con esos vientos, las pavesas —hojas de palma o pastos encendidos que son llevados por el aire— pueden rodar hasta 700 u 800 metros fuera de las líneas de control e iniciar un foco secundario. No hay poder humano que pueda detenerlas y por eso el incendio se multiplicó”. Las velocidad de propagación de incendios de este tipo es de hasta 120 metros por minuto.
No sólo las condiciones topográficas y atmosféricas han estado a favor del fuego. Las 21 aeronaves (13 de ellas helicópteros) que trabajan en el lugar no han podido realizar su labor en forma adecuada por falta de turbosina. Al día se requieren alrededor de 120 mil litros de combustible, y en los aeropuertos cercanos —el de Saltillo y el de Monterrey— no hay suficiente. Además, se invierten cerca de 14 horas para llevar la turbosina a la zona del siniestro.
Luchan por proteger reserva
Estas sierras son el hábitat de especies animales protegidas, como el oso negro y el venado cola blanca. Incluso, los pastizales de Valle de Colombia —en donde las palmas de San Pedro aún humean— fueron, en los 90, elegidos para reintroducir a los berrendos, antílopes americanos en peligro de extinción.
En estos días de fuego, los brigadistas han visto cómo los venados y guajolotes silvestres buscan lugares más seguros. Incluso los militares encontraron un osezno que vagaba con las patas quemadas. “La valoración de los daños a la flora, la fauna y la parte económica se podrá hacer hasta que se controle totalmente el incendio. Ahorita no es posible”, dice Nolasco.
Lo que más se mira entre las cenizas son becerros y vacas en buscan de comida. Esos valles son hogar de 15 mil cabezas de ganado de exportación.
Manuel González dice que “lo peor comenzará en estos días, porque el ganado no tendrá nada para comer. Además, es época de nacimientos. Hasta ahora no hemos encontrado muchos animales muertos. Los que creemos que han muerto son las crías, porque no pueden escapar fácilmente”.
Para el grupo de técnicos, la prioridad es evitar que el incendio de El Sabino cruce la sierra de Santa Rosa, que se extienda hacia el norte y llegue a Maderas del Carmen, Área Natural Protegida y Reserva de la Biosfera.
Las labores también se concentran en proteger la infraestructura de los 145 ranchos que hay en estos valles, la mayoría dedicados a la cría de ganado y a las actividades cinegéticas.
El humo y el fuego aún se mira en la sierra y en los valles. La lluvia que en días pasados trajo optimismo a los brigadistas “sólo fue una ayuda parcial”, dice Nolasco, quien sabe que el fuego no tiene palabra de honor y que en incendios de gran magnitud “todo puede cambiar de un momento a otro”.
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