Ciudad del Vaticano / Abril 18.-
Opositores a la beatificación de Juan Pablo II, tanto los del ala “progresista” como representantes de la ortodoxia extrema del pensamiento católico, han sustentado sus críticas usando el caso del cura pederasta Marcial Maciel Degollado.
Los dos extremos del cuadrante religioso han encontrado en la figura del sacerdote mexicano fundador de los Legionarios de Cristo una excusa para expresar sus dudas sobre la oportunidad de reconocer como beato a Karol Wojtyla.
“Apoteosis del anticristo” es el título de un boletín francés que ha hecho circular en Roma el grupo La Contra-Reforma Católica, en el cual se resumen severas críticas sobre el comportamiento del Papa polaco y su impacto en el cristianismo actual.
“Un superior religioso observó a propósito del Padre Marcial Maciel: jamás habíamos visto un fundador alcanzar tales puntas de perversión. El carisma de una congregación se funda sobre la persona misma del fundador. ¿Cómo reconstruir sobre bases tan pervertidas”, escribió.
“Se pueden aplicar estas palabras a toda la Iglesia –agregó el texto firmado por Bruno Bonnet-Eymard-, gran ciudad en medio de las ruinas, reducida a este estado por el pontificado de un cuarto de siglo de un Papa innovador”.
A estas acusaciones se sumaron conservadores de lengua inglesa quienes se declararon “profundamente preocupados” por la beatificación y, para expresar sus “reservas”, publicaron una carta en el semanario católico estadunidense “The Remnant”.
Según la misiva los motivos de su hostilidad hacia Wojtyla beato nacen de una “pesada herencia” dejada por el Papa la cual se traduce en una crisis de la Iglesia, en una enorme pérdida de fieles y en el problema de los abusos sexuales de parte del clero.
“Juan Pablo II rechazó iniciar una investigación sobre los comportamientos de Maciel pese a las pruebas crecientes de crímenes abominables, sin dar peso a las antiguas y bien conocidas acusaciones canónicas lanzadas contra él por ocho seminaristas de los Legionarios”, indicó el texto.
Apuntó que, al contrario, el Pontífice “recubrió de honores” al fundador de la Legión “en medio de una ceremonia pública en El Vaticano en noviembre de 2004”.
Los firmantes (de varios países como Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Argentina) se mostraron también escépticos hacia la “gran presión popular” que aceleró los tiempos de la beatificación, la cual –dijeron- corre el riesgo de convertirse en un “Oscar eclesiástico”.
A estas voces se sumaron los lefebvristas, miembros del cismático movimiento Fraternidad San Pio X que se encuentra fuera de la Iglesia pero que, en los últimos meses, ha sostenido reuniones con El Vaticano para volver a la comunión con Roma.
Su actual superior, el obispo Bernard Fellay, calificó la beatificación de Juan Pablo II como una “catástrofe más desastrosa que todas las catástrofes naturales”, incluso peor que el terremoto y el tsunami de Japón.
En una carta de inicio de año dirigida a amigos y benefactores, el prelado aseguró que ese evento desviará una multitud de almas y pondrá en peligro la salvación de millones de personas.
La beatificación “tendrá como efecto inmediato consagrar el conjunto de su pontificado, todas sus empresas, incluso las más escandalosas”.
Del otro extremo del pensamiento católico el Observatorio Eclesial de México, que vincula a instituciones como Católicas por el Derecho a Decidir, Centro de Comunicación Social y el Centro Antonio Montesinos, también se usó el caso Maciel.
En un manifiesto, firmado por 13 teólogos y titulado “Llamada a la claridad”, se reprochó a Wojtyla haber acabado con la teología de la liberación, haber bloqueado las comunidades eclesiales de base y negarse a dialogar con los fieles comprometidos con la justicia evangélica.
Sobre las críticas habló Joaquín Navarro Valls, quien fue vocero de Juan Pablo II por más de 20 años, y ante un reducido grupo de periodistas reconoció que el caso del fundador de los Legionarios ha sido uno de los casos más dramáticos de abusos sexuales en la Iglesia.
“Es un hecho histórico que el inicio del proceso canónico contra Maciel tuvo lugar durante el pontificado de Juan Pablo II y terminó en los primeros meses del pontificado de Benedicto XVI. Yo mismo fui la persona que comuniqué esto a la opinión pública”, dijo.
“Al inicio del proceso canónico Maciel juró ante Dios que todo era una calumnia. La beatificación no es un juicio sobre el pontificado, sino sobre su santidad personal”, agregó.
En eso coincidió el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Angelo Amato, quien aseguró que el Papa será declarado beato no por su impacto en la historia o en la Iglesia, sino por el modo en que vivió las virtudes cristianas de la fe, la esperanza y la caridad.
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