La tragedia no te hace a prueba de balas… pero sí las aguantas mejor que los demás… Esta es, quizás, una de las más importantes enseñanzas que la vida hasta el día de hoy me ha dejado.
Sin embargo, cada golpe, por sutil o insignificante que pudiera parecer, tiene, tarde o temprano, una cierta manera artera de llegarnos a donde más nos duele.
México ha sido ya, por muchos años, un país desorientado, irresponsablemente mal aconsejado y, peor aún, social y moralmente desahuciado.
Al enterarme del sensible fallecimiento de Rodolfo Torre Cantú, candidato a gobernador para el estado de Tamaulipas, sentí un grave y profundo malestar. Esa clase de molestia que impide que uno descanse por las noches, esa angustia inexplicable que nos arroja fuera de nosotros mismos y nos roba maliciosamente de una realidad coherente y explicable.
Rodolfo fue mi amigo, y aunque lo conocí muy poco, no lo niego, tenía fe en su persona. No por su partido o propuestas de campaña, sino por su integridad como ser humano que, desde el momento de estrechar su mano, se apreciaba en ondas cálidas de autenticidad y franqueza.
Mi más sentido pésame a su familia y amistades, muchos de ellos míos también, por esta irreparable pérdida.
Ahora bien, más allá de la trágica pérdida de este extraordinario ser humano, así como del candidato a presidente municipal por el municipio de Valle Hermoso, Tamaulipas, quien falleciera en similares circunstancias, debo asentar una reflexión: ¿qué más hemos perdido?
Como nación, México está entrando a una delgada línea entre la sanidad y la locura, donde el arrebato de pasiones se desbordan en direcciones que no demuestran ser favorables para nadie.
¿Pero qué diablos le está ocurriendo a México? Ahora el crimen organizado ha enviado un mensaje claro y fuerte y que resonó tan duro y potente como metralla: la democracia en México también es asesinable.
Más allá de la corrupción enmohecida dentro de nuestras instituciones, ahora cargamos con esta nueva amenaza que atenta en contra de todos los niveles de gobernabilidad y soberanía que antes creíamos ostentar como nación.
Se me viene a la mente aquel comercial de Iniciativa México y no puedo sacarme de la cabeza una cierta frase que detonó en mí la reflexión de un tema que ya venía yo acuñando desde hace meses, “cada cien años México se propone hacer algo grande”.
Lo cierto de esa frase es que cada cien años, desde la institución de este país como uno independiente y autónomo, México vive ciertamente algo grande.
Una afronta bélicosa para garantizar nuestra continuidad como nación, y que se desata una vez por siglo.
Primero por nuestra independencia. Después por nuestra democracia. Hoy, sin darnos cuenta, estamos ya todos involucrados en medio de una guerra que estalló hace algunos años y que invariablemente nos afecta a todos.
México está viviendo ya su tercera insurrección y somos nosotros, sus ciudadanos, sus principales caudillos, ya que en nosotros está el poder de resistencia y fe que nuestra nación requiere para salir avante. Paciencia y fe…
Esta guerra que vivimos en contra del crimen organizado, cuyo propósito ha sido hasta ahora el de contaminar y corromper las fibras más hondas de nuestra integridad como país democrático e independiente, era algo que se veía venir, algo que quizás tarde o temprano tenía que pasar, y sin embargo creo que nadie dimensionábamos la magnitud del culatazo de nuestras propias armas, y más aún, que el enemigo estaba ya hábilmente consolidado entre nosotros. Paciencia y fe…
¿Y qué nos corresponde a nosotros como ciudadanos? Supongo que esperar, y aún así no sería suficiente. El día en que exista sinergía entre sus ciudadanos, México tendrá esa cohesión nacional que tanto necesita.
El repudio a nuestras instituciones es comprensible, mas nunca productivo si no se acompaña de un auténtico deseo e intención de “sanitizarlas”. ¿Reformas? ¿Marchas? ¿Protestas? ¿¿Funcionan?
El día en que nos interese lo que está sucediendo en nuestro país lo suficiente como participar en la medida en que nos sea posible, ese será el día en que la democracia en México recobre las fuerzas necesarias para dar réplica a esta ola de incertidumbre por la que estamos atravesando. ¿Quién se une? Paciencia y fe…
La pérdida de hombres como Rodolfo Torre Cantú a manos de esta guerra es algo inaudito, reprochable, abominable. Algo que no creíamos que fuera posible por que tal vez no habíamos dimensionado la gravedad de nuestra propia situación y del daño colateral que nosotros los mexicanos recibimos a causa de ella.
Yo le tengo amor y fe a este país. En él nací y crecí, y será este suelo el que me verá morir, aunque desgraciadamente continúan sucitándose situaciones que me decepcionan de mi patria, y para rematarme, la fría estocada de la indiferencia de sus ciudadanos.
Qué lástima, y yo que creí que México ya había superado aquella lamentable etapa de asesinar a sus candidatos…
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El autor es fundador del despacho Basave, Colosio, Sánchez Abogados, y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Twitter: @colosioriojas
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