Apenas unas horas antes Nuevo Laredo era un caos, un nudo en el que quedaron atrapados miles de personas, camiones de carga, la ciudad sin suministro constante de agua, y sus principales accesos cerrados. Hasta el jueves 15 la situación empezaba a normalizarse.
Se cometieron errores y desafortunadamente se pagaron las consecuencias: un hombre intentó cruzar por el bulevar Colosio, que únicamente tenía una cinta amarrilla para advertir a los conductores. El residente estadounidense fue arrastrado con su vehículo y falleció ahogado. En el lugar no había patrullas, ni estructuras que impidieran el acceso… apenas una cinta amarilla rota.
También decenas de familias que habitan en zonas de inundación volvieron a perder sus pertenencias. Apenas tuvieron tiempo de salir para salvar sus vidas. La creciente del Bravo alcanzó a tapar varias de las viviendas de la colonia El Remolino, igual como ocurrió hace 12 años, cuando otra creciente arrasó con el mismo lugar. Ahora, se tratará de reubicar a las familias afectadas.
En la Carretera Nacional hubo decenas de vehículos que intentaron cruzar el área conocida como El Oasis. Los brazos del Río Salado y su intensa corriente arrastró a los vehículos. También aquí, lograron salvar la vida, aunque sus autos quedaron atrapados por días entre el lodo y el agua.
Fue hasta después que tráileres y vehículos ligeros quedaron inmovilizados, cuando las autoridades federales decidieron cerrar la carretera. Ya era tarde.
Los ganaderos productores del Río Salado responsabilizan parcialmente a la Comisión Nacional del Agua (CNA) por soltar de golpe millones de litros de agua. Se esperaron a tener la presa llena para ver el problema. Si hubieran soltado agua paulatinamente, sin dejar que la presa estuviera a punto de rebasar su capacidad, otra historia sería.
En la ciudad, conforme iniciaba la semana empezaba a verse, poco a poco, los síntomas del desabasto. Primero fueron las frutas y verduras, el chile, el tomate, la cebolla, los que empezaron a escasear. Ya para el martes faltaba huevo y leche. Los anaqueles vacíos. En México se decía que había compras de pánico. Aquí, se comentaba que más bien eran compras normales, pero que los productos se iban agotando. La opción que muchos veían posible era abastecerse de las bodegas estadounidenses.
Una cadena comercial ya preparaba vuelos directos con alimentos perecederos. Sin embargo, no fue necesario. La noche del miércoles se reabrió una ruta alterna. El municipio de Colombia, con apoyo del Ayuntamiento de Nuevo Laredo, reconstruyeron parte de los accesos dañados de un puente. Decenas de tráileres cruzaron por esta ruta Nuevo Laredo-Anáhuac-Lampazos-Monterrey. Ya para el miércoles, se reabrió la Carretera Nacional.
Las maquiladoras ya veían reducir sus suministros. Una de ellas tuvo que parar. Sin embargo, el caos mayor era el de miles de tráileres que diariamente cruzan y que quedaron varados. Según estimaciones de la Canacar, cada día cruzan la frontera 6 mil camiones con mercancía diversa para alimentar el comercio entre México y EU. Los mismo ocurrió con cientos de toneladas de materias primas y hasta vehículos que son transportados por ferrocarril. La carga tenía que ser detenida o enviada por lejanas rutas alternas.
La gente que desesperada intentó salir o llegar a Nuevo Laredo desde Monterrey, rentó taxis aéreos, por 200 dólares. Era caro, pero era la única ruta mexicana que comunicaba a Nuevo Laredo con el resto del país. Otros, los que tienen visa, cruzaron al lado estadounidense y por la carretera 83 llegaban a McAllen para después cruzar al lado mexicano y viajar desde Reynosa a Monterrey.
Fueron días difíciles, fueron días de prueba. Ahora viene la reconstrucción, y prevenir, antes de que otra creciente nos atrape desprevenidos.
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