México, D.F. / Julio 4.-
En el Zócalo capitalino los mexicanos futboleros saborearon una derrota ajena. El 4-0 de los alemanes contra los argentinos en el Mundial de Sudáfrica fue el desquite “por habernos sacado del Mundial”, gritaban.
A cada gol teutón, venían los puños morenos que apoyaban a aquellos de manos rubias, y gritaban al unísono el clásico “lero, leeerooo”. En el FIFA Fan Fest, un grupo de unos 20 ciudadanos alemanes se cobijaron con sus banderas para celebrar desde el primer y tempranero gol la victoria que ya presentían. Con la bandera roja, negra y amarilla pintada en sus mejillas o en una nariz de payaso de plástico, brincaban ganadores por el triunfo de la selección alemana a cientos de miles de kilómetros de distancia.
El sabor de la derrota
A pocos metros de distancia, en el suelo, callado, con lentes oscuros a pesar del día nublado, el rostro con pintura azul y blanca y un gorro de copa con la punta en forma de balón, un hombre de playera albiceleste no quería -o tal vez no podía- levantar su cuerpo. Sólo se percibía su respiración profunda y lenta, de derrota.
A diferencia de los partidos en los que jugó la Selección Mexicana, cuando el Zócalo se colmaba a reventar, ayer poco menos de la mitad de la plancha se llenó de aficionados. La mayoría, con sangre azteca por sus venas, apoyaba a “los güeritos alemanes” que de inmediato sobresalían entre los asistentes por su físico y por su idioma.
Mientras ellos aplaudían los balones en el fondo de la portería sudamericana, los mexicanos silbaban y coreaban de gusto contra los jugadores que el domingo pasado les apagaron -algunos dicen que impunemente- sus ilusiones de que la selección tricolor pasara a los cuartos de final.
Desde que terminó el primer tiempo se observó salir cabizbajos del FIFA Fan Fest a algunos argentinos o mexicanos visitiendo playeras con el número 10, el de Maradona. Prefirieron no seguir el juego, era demasiado masoquismo.
“A la bio, al a bao, a la bimbombá”, porreaban los mexicanos abrazados de los alemanes que brincaban en círculo como si fuera baile ruso. Y aunque éstos no entendían hasta que escuchaban el “Alemania, Alemania rrarrarrá!”, sabían que a los mexicanos les daba gusto su gusto.
“Bier, bier” (cerveza), pedía un alemán sediento. “The mexican people, everyone are really nice” (los mexicanos son muy amables), decía otra chica que besaba a su novio que la vino a visitar, pues ella llegó al DF hace tres meses para laborar en una casa hogar.
“Es increíble el apoyo de los mexicanos a nuestro equipo”, dijo Robbin. “Está padrísimo, es muy chido que celebren con nosotros”, agregó Katharina. Ambos eran parte de una misión que llegó a distintas partes de México para hacer labor social.
La alegría del futbol pasó para muchos al agasajo cuando los mexicanos pedían “foto, foto”, con las rubias alemanas a las que tomaban por la cintura, aunque ellas los rebasaban por más de 30 centímetros de altura. También adolescentes mexicanas dejaron de lado a sus novios para abrazar, aunque fuera un momento, a los europeos de brazos marcados que sin chistar accedían a sonreír frente a la cámara y marcar el 4 con sus dedos, por si quedaba alguna duda.
Al final del partido, el animador contratado por el gobierno capitalino fingió la voz de un empleado en el aeropuerto y dijo al micrófono: “al niño Diego Armando Maradona lo esperan en la sala 5 para abordar su avión de regreso a Argentina”.
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