México, D.F.-
Mi padre fue una persona que nunca censuró mis lecturas. Todo lo que caía en mis manos podía leerlo con libertad.
Recuerdo que cuando tenía unos 12 años, descubrí en casa de mi abuela el libro de Laura Esquivel, “Como agua para chocolate”; cuando ella me vio leyéndolo, volteó a ver a mi papá y le preguntó: “¿Vas a dejar que la niña lea eso?”, mi padre alzó los hombros, hizo un gesto de condescendencia y le dijo que sí.
En ese momento no entendí por qué a mi abuela le preocupaba que yo leyera el libro, pero bien pronto lo descubrí: en él había un par de escenas sexuales, bastante lights, por cierto, pero a mis 12 años, a mi abuela debió parecerle inadecuado para mí.
Mi sexualidad se despertó cuando era muy chica, quizá a los 11 años, y desde ese momento empecé a tener inquietudes con respecto al sexo que nutría con ese tipo de lecturas y con otras bastante variopintas. Mi padre no sólo leía a Albert Camus o a Gabriel García Márquez, era fan de “El libro vaquero” y otros cómics de ese estilo y mi madre lo era de “El libro semanal”.
Ya dije antes que en casa no se censuraban las lecturas, así que mis primeras referencias sexuales fueron esas, después algunos libros y, finalmente, las revistas y películas pornográficas que un día de suerte encontré en el escondite de mi hermano.
Digo un día de suerte porque ¡cómo me divertí en aquella época! La verdad es que cuando uno recién despierta a su sexualidad todas esas cosas novedosas y cachondas nos otorgan largas horas de diversión, después uno crece y todo cambia; las películas y revistas porno nos aburren y nuestras lecturas se hacen más selectas.
¿Y por qué les cuento todo esto? Bueno, por algo muy sencillo. Pese a la referencia de algunos libros, revistas y películas porno, la verdad es que tenía una idea equivocada de cómo eran las relaciones sexuales y lo que se siente mientras se está en medio de una; entonces no sólo mi primera vez, sino muchas otras subsecuentes, fueron una verdadera decepción.
CONFUSIÓN
No sólo no sentía placer, recordando esas primeras veces, me parece que no sentía NADA, así, con mayúsculas. Era bastante decepcionante y frustrante, si les soy sincera.
No lograba ligar mis sensaciones durante la penetración cuando tenía relaciones sexuales, con las que parecían tener las actrices porno y con lo que los libros y revistas decían que se sentía. Además, para el tiempo en que comencé a tener relaciones sexuales, ya había descubierto la masturbación y resultaba desconcertante darme cuenta de que disfrutaba más cuando me autocomplacía que teniendo sexo.
¿No se suponía que las mujeres sentían mucho placer y experimentaban múltiples orgasmos al ser penetradas? Pues, no. Me tomó cierto tiempo darme cuenta de que las mujeres no sentimos el placer inmenso ni tenemos orgasmos, como lo muestran las actrices porno, sólo con la penetración. No es que no sintamos nada, por supuesto, pero el placer y orgasmo femeninos van más allá de la simple penetración.
¡Ah, qué complicación!, pueden pensar algunos, pero no, en realidad sólo se trata de exploración del propio cuerpo y de comunicación entre parejas.
Una mujer debe saber qué es lo que su cuerpo siente al ser tocado, besado o estimulado en ciertas partes como los senos, el cuello, la espalda, el clítoris, etcétera.
El cuerpo humano, sobre todo el femenino, no viene con instructivo, ni es algo que se haya construido en serie. Cada mujer es diferente y sus necesidades y placeres son diversas. Es la búsqueda de ellas lo que hace al acto sexual bastante divertido.
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