México, D.F.-
Las marcas en su brazo le recuerdan el pasado y sus nueve intentos de suicidio, pero ya no laceran como antes. Las heridas físicas y emocionales cicatrizaron.
Yareni, la menor de 12 hermanos, creció en una familia en la que nada se sabía de amor, respeto, tolerancia, paz, comunicación, y sí mucho de pleitos, golpes, agresiones, vejaciones, insultos, lo que la hacía sentirse una chica inferior, aislada e insegura.
“Yo respiraba cosas como eres una mensa, todo lo echas a perder, quítate, nada haces bien… y eso me hacía ser agresiva y buscar siempre los primeros lugares de aprovechamiento en la escuela, para demostrarles que no era una mensa, ni una tonta”, relata.
Desde los 15 años, edad a la que experimentó el primer atentado contra su vida, y hasta los 20, las navajas y los somníferos fueron sus aliados, unas veces para intentar quitarse la vida y otras para calmar su ansiedad, la depresión, tristeza e ira. Los antidepresivos no la ayudaban a controlar sus emociones.
La última vez que Yareni quiso acabar con su vida, casi lo logra. “Me inyecté dos frascos de insulina en la vena, me encontró mi novio en ese entonces y me llevó como a tres hospitales en donde le dijeron: ya no te la recibimos, está casi por ‘colgar los tenis’. Hasta que por fin me recibieron en un hospital, pero el médico le dijo a mi mamá que lo veía muy difícil, ‘prácticamente su hija ya viene muerta’. Me metieron suero, azúcar, sufrí una convulsión y entonces prepararon los electro-shocks y lograron revivirme”.
Ahora Yareni dice que ama la vida y ama a los suyos, ha dejado los somníferos, tiene su propio negocio y continúa asistiendo al grupo de Neuróticos Anónimos AC, al que acudió luego de estar al borde de la muerte, y que asegura, le ha ayudado a afrontar su enfermedad mental, a hacerse responsable de sus actos, de sus pensamientos, de su vida.
Una decisión definitiva
En México y otras partes del mundo el suicidio es un problema que se ha acrecentado y la tendencia a futuro es al alza, ya que no se ha comprendido la magnitud del fenómeno, asegura el doctor Alejandro Aguilar Tejeda, director del Instituto Hispanoamericano de Suicidología.
“El suicidio a nivel mundial es un problema bastante grave, hay más muertes a lo largo de la historia de la humanidad por suicidio que por guerras u otras causas”, señala.
De acuerdo con el último reporte del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2012 se registraron 5 mil 549 suicidios en el país, mientras que en 2011 fueron 5 mil 718. No obstante, entre 1990 y 2012 el incremento de la tasa de suicidios en México presentó una tendencia creciente de 114%, al pasar de 2.2 a 4.7 casos por cada 100 mil habitantes.
El método más utilizado por las personas para terminar con su vida es el uso de una soga, cinturón o herramienta que les permita ahorcarse. El estrangulamiento y la sofocación ocupan el primer sitio por encima de los disparos con arma de fuego.
Los mexicanos eligen su vivienda para realizar el acto. Las mujeres ocupan el primer puesto de quienes mueren en su hogar (79.9%), seguidas de los hombres (72.6%).
La dependencia informó que en 2012, 826 suicidios fueron cometidos por adolescentes de 15 a 19 años, es decir, se consumaron 7 muertes por cada 100 mil adolescentes, de los cuales, 11.9% de los varones vivían en unión libre, en contraste a 13.5% de las mujeres.
Del total de la población que cometió suicidio, el conjunto de quienes tenían de 15 a 29 años representaron la mayor proporción de fallecimientos por este hecho (42. 6%). Por sexo, esta situación se acentúa más en las mujeres, ya que la mitad (48.5 %) eran jóvenes en estas edades.
El suicidio ocupa ya el segundo lugar de decesos entre los jóvenes; sin embargo, explica el experto, “el número uno de muertes en jóvenes son los accidentes, pero éstos muchas veces están camuflados con deseos de morir, pues en un peritaje se puede determinar si un adolescente aceleró en vez de frenar en una curva, en lugar de ser precavido, y quizá lo hizo con la intención de morir”.
Aguilar Tejeda apunta que para que una persona atente contra su vida influyen diversos factores de riesgo biológicos, sicológicos, sociales; pero lo que detona el fenómeno es que las personas que padecen de algún trastorno mental o emocional no acuden a recibir atención clínica a tiempo, y las personas a su alrededor no saben interpretar los mensajes que mandan los suicidas y entonces “toman una decisión definitiva para un problema temporal”.
Buscar ayuda
El acto suicida no es exclusivo de un grupo, cualquier persona, no importa raza, estatus social, sexo o edad, puede ser susceptible a tomar la decisión de quitarse la vida, “las emociones rebasan nuestras funciones cerebrales, pues la visión se vuelve como túnel, se torna lineal”.
El doctor José Mendoza, médico del Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, explica que todos en la vida dependemos de las decisiones que el cerebro nos manda, y cuando condiciones como la depresión, la ansiedad o el estrés son demasiado altos, ya no hay una claridad de las funciones cerebrales que se dedican a conservar el equilibrio.
“Cualquiera que tuvo un intento suicida, alguna vez estuvo en el lugar de decir: es que tienes que buscar una salida. En ese momento no existe salida, ni siquiera es capaz de recordar algo que le haga sentir nada, porque todas las series neurotransmisoras que le hacen sentir la tranquilidad, están abolidas, por eso no hay forma de evitar el suicidio voluntariamente, por eso requieren ayuda”, señala.
Los especialistas consultados coinciden en que se requiere implementar una estrategia integral de prevención del suicidio y una campaña de educación de identificación de signos de alarma para poder brindar ayuda a tiempo, porque hay solución. Es necesario buscar ayuda ante los síntomas, ante la primera idea de que no hay salida a los problemas, ya que se puede optar por la vida. Yareni lo sabe, las cicatrices le recuerdan que es posible seguir, que es una sobreviviente.
Discussion about this post