Estados Unidos / Abril 5.-
El sueño de 30 equipos queriendo alcanzar la gloria comienza este domingo. Con el primer turno al bat, con el primer pitcheo, con el primer out, con el primer partido.
Paulatinamente se irán descartando algunos conforme vaya pasando el tiempo. La hibernación llegó a su final, el despertar de los maderos, la pelota se pone en movimiento, los spikes encajándose en la arena, marcan el arranque de una extenuante guerra de 162 partidos.
Los campeones vigentes, los Filis de Filadelfia, iniciaron su sueño justo con el arranque de ese primer partido de la campaña regular de 2008.
Es verdad que no figuraban entre los favoritos para lograr tal hazaña. Quizá, sólo se les mencionaba como una posibilidad de ganar la División Este de la Liga Nacional. No más.
Y no fue sino hasta el último juego de temporada regular que los Filis se aseguraron su boleto a la postemporada.
Los Bravos de Atlanta, equipo contra el que los Filis iniciarán la defensa del título y otrora equipo conocido como una factoría de títulos divisionales, están en una etapa en la que se hallaban hace algunos años los Filis, tratando de levantarse, de mejorar y aspirar a algo más decoroso dentro de la división.
Para los Bravos, volver a recuperar la jerarquía en el pitcheo es una prioridad para renacer.
Para Filadelfia, revalidar el cetro ganado a toda ley en 2008, será algo así como una misión imposible. Con las multimillonarias inversiones que realizaron varios equipos, acaparando grandes estrellas del diamante, pareciera que el título podría quedarse en Nueva York.
Ya sea que se trate de los Mets o de los Yanquis, las novenas neoyorquinas se esmeraron bastante en tener un roster muy competitivo y hasta envidiable para lograr satisfacer esa ambición de campeonatos.
Es por ello que los Filis, a pesar de su respetable nómina (95 millones de dólares para 2009), hallarán un camino más sinuoso a la hora de pensar en acumular dos títulos en fila.
Los equipos saltan al campo, esperando, tras 162 fragorosas batallas, festejar en el vestidor, darse el baño con champaña y añadir su nombre a los anales de la historia, con letras doradas.
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