México, D.F. / Mayo 1.-
El comportamiento de los virus de influenza registra, históricamente, dos “oleadas” y aun tres. Según la experiencia a través del mundo, durante la primera surge y se manifiesta la pandemia. Y tras un periodo de estabilidad, cuando en apariencia el problema de emergencia sanitaria fue controlado, meses después irrumpe la segunda, en lo que se conoce coloquialmente como rebote, que suele resultar más letal que la oleada inicial, al multiplicarse las muertes. Los registros sobre las pandemias de 1889 y 1918 muestran que tuvieron un tercer rebote. ¿La causa? La impredecible mutabilidad del virus.
En el caso de la pandemia actual por influenza ahora llamada tipo A por la Organización Mundial de la Salud, esa misma lógica permite predecir que el rebote sobrevendrá a finales del otoño próximo, sin que pueda precisarse la magnitud del costo en vidas humanas, en virtud de que se trata de un virus de reciente aparición.
Lo afirmó Carlos Arturo Álvarez Moreno, vicepresidente de la Asociación Colombiana de Infectología y director del Departamento de Vigilancia y Control de Enfermedades Infecciosas de la organización Sanitas Internacional. “El material genético del virus no es homogéneo, no nos podemos confiar en las mutaciones que va a presentar en los meses siguientes, incluso puede tener varios cambios en su composición química, para los cuales el sistema inmunológico del cuerpo humano no tiene defensas, pues no tienen memoria de su comportamiento”.
Además, en la crisis epidemiológica actual, un factor que ha impedido que se propague más el virus es la calidez del clima; pero en cuanto se acerque el invierno podría revitalizarse, pues le es propicio el ambiente frío.
El secretario de Salud federal, José Ángel Córdova, admitió ya el miércoles anterior, en el programa televisivo Tercer Grado, que “uno de los grandes temores es que se registre el crecimiento geométrico o exponencial, como el que se presentan en todas las epidemias, porque se empieza a regar como la lumbre en la gasolina (…) No ha sido el caso, pero no podemos decir ‘Ya la hicimos’. Ha habido una estabilización en el número de casos, está habiendo estabilización en el número de muertos, afortunadamente y, cuando, insisto, falta la comprobación de todos ellos, esto nos alienta a pensar que pronto podríamos empezar a tener la disminución”.
Y añadió: “No podemos decir ‘Va a pasar esto’, lo que sí se sabe, por ejemplo, en las experiencias de otro tipo de epidemias, es que tienen dos picos, hay un descenso y luego hay otro pico, y ahorita estamos en el primero, estamos esperando el descenso”.
A su vez, en su parte informativo de este jueves por la mañana, Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del DF, expuso que “con las medidas que se han tomado, lo que se ha logrado con la participación de los ciudadanos también, hasta el momento, es que no tengamos esa curva exponencial de crecimiento de contagio”.
Mutaciones impredecibles
Como sucede con el virus de la influenza estacional, el tipo A va mutando conforme se transmite de un huésped a otro, en un proceso azaroso y que depende del número de personas a las que infecta, precisó la viróloga Leticia Cedillo, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional.
Además, añadió, “esta epidemia nos tomó por sorpresa, porque no teníamos una respuesta inmunológica protectora contra ese nuevo virus; debimos prever medidas de emergencia desde más o menos el año 2000, cuando los investigadores alertamos de las mutaciones que estaba presentando el virus de la influenza”.
A su vez, Álvarez Moreno dijo que el de este momento es el punto crucial de la enfermedad, también porque es el más impredecible. “Nadie podría decir con certeza qué es lo que esperaría del virus, hacia dónde puede mutar; lo que nos preocupa es que tenga un comportamiento como el de la pandemia que se registró entre 1918 y 1919, donde la primera oleada fue leve, pero en el rebote hubo más virulencia y los daños a la población fueron muy graves”.
A pesar de los estudios a la cepa viral pandémica de 1918, se sabe poco acerca de por qué tuvo tal mortalidad. A diferencia de las cepas subsecuentes, que han provenido de Asia, aquella “primera ola” u “ola primaveral” apareció en marzo (1918) en Estados Unidos, y casi simultáneamente en Europa y Asia, lo que hizo imposible fijar el origen geográfico de dicha cepa.
Luego, a causa de la mutación o “re-arreglo” del virus, tras lo cual la cepa aumentó significativamente su virulencia (capacidad de producir daño a los individuos), a finales del verano (1918) vino la segunda ola de la pandemia, “la otoñal”. Y una “tercera ola”, en febrero de 1919, aunque con una virulencia disminuida.
Ante tales evidencias históricas, Álvarez Moreno advirtió que urge frenar la expansión del virus de la influenza tipo A, porque si se contiene de forma adecuada, disminuyen las probabilidades de mutaciones subsecuentes y se evita que la cepa se vuelva más peligrosa para el humano.
Capacidad de reacción
Aparte de los virus, un problema de las enfermedades infecciosas es el “hospedero”, es decir, las personas que los alojan. Por caso, en la pandemia de 1918, las condiciones de salud y sanitarias eran completamente diferentes a las actuales. La posguerra (respecto de la Primera Guerra Mundial) había producido desnutrición e insalubridad masivas, que favorecieron que el virus cundiera.
En el caso de México y los demás países directamente afectados por la influenza porcina, la tarea que viene, según Álvarez Moreno, es analizar y evaluar, durante los meses posteriores, las complicaciones que vaya presentando la salud de la población: de registrarse enfermedades respiratorias graves y de forma recurrente, se “estaría hablando de mayor riesgo de letalidad y se tendrían que reforzar las medidas de emergencia”.
Leticia Cedillo asegura que aunque parezca que las acciones en torno a la epidemia son exageradas y que a ésta se le ha sobredimensionado, el hecho de que se registren casos en Estados Unidos, España, Reino Unido, Israel, Alemania, Nueva Zelanda y Austria habla de que la nueva cepa está circulando a nivel mundial, con lo cual aumentan las probabilidades de que se adecue mejor al ser humano y se vuelva entonces más virulenta.
Aparte, concluye, esta vez los datos registrados de muertes entre personas jóvenes demuestra que “el virus de la influenza porcina no está afectando a los más débiles en términos inmunológicos, sino a los más fuertes y sanos”. Algo así ocurrió en la pandemia de 1918 (hace 101 años) cuando el mayor número de decesos ocurrió entre la población de 20 a 40 años. Se desconocen las causas de que en algunas pandemias no mueran los más débiles inmunológicamente, sino lo contrario.
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