Una luz especial ilumina los ojos de Paola Espinosa. Ya subió al podio olímpico. Y soñó que la escena se repetía.
—Siento que algo muy especial está por venir.
La medalla ganada con Tatiana Ortiz en la prueba de sincronizados hace apenas unos días, ha cambiado a la clavadista mexicana. Muestra una serenidad absoluta. No es la misma que parecía atropellarse con las palabras después de la ceremonia de izamiento de la bandera nacional, previo a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing.
—Siento una gran calma interior. Ya soy medallista olímpica. Y eso me ha relajado, me ha tranquilizado. Pero quiero otra presea… Sólo así mi sueño será completo.
Es un día soleado en Beijing. El augurio es bueno, aunque el calor resulta insoportable y la humedad sofocante molesta.
Pero nada impide el encuentro, de nueva cuenta en la zona internacional de la Villa Olímpica, el punto de reunión preferido de los atletas mexicanos, donde Paola hace una aparición triunfal, ahora como una personalidad próxima a inscribir su nombre en el Muro Olímpico, instalado en un lugar muy especial del Centro Deportivo Olímpico Mexicano.
—Esa medalla me dio confianza, porque ahora sé que definitivamente sí se puede, que el trabajo ha valido la pena.
Paola está lista para ir en busca de la gran hazaña. Vino por dos medallas a Beijing: una cita se mantiene todavía pendiente, en la plataforma individual de 10 metros.
—¿Nada te preocupa, entonces?
—No.
—¿Ni siquiera las chinas?
—No. Sólo me ocupa concentrarme en cada una de mis ejecuciones. Tengo el camino bien claro. No vengo a experimentar.
—Alguna característica de tu personalidad que se refleje en la competencia.
—Soy una mujer fuerte, de mucho carácter; valiente.
—Te ves muy tranquila para estar ante la prueba de tu vida, Paola.
—Pues sí. Con la medalla de sincronizados logré liberarme.
—¿En qué momento te das cuenta que alcanzas esa la liberación?
—En el momento mismo que me entregan la medalla. Entonces me percato que soy una medallista olímpica, y que mucha gente en el mundo lo desearía, y que realmente somos miles los que estamos aquí, y son muy pocos los que lo logran. Por eso estoy feliz, y créeme que me siento tranquila. Llego serena a mi prueba individual. Estoy lista para disfrutarla y eso será fundamental para lograr un buen resultado.
—¿La obtención de esa medalla aumentó entonces tus expectativas?
—Pues da una gran confianza, porque, insisto, ahora sé que definitivamente sí se puede, que el trabajo ha valido la pena. Y estoy aquí, plena, lista.
Paola ya busca un lugar especial en casa para destinarlo a su medalla. Quizá tenga que buscar espacio para dos.
—Precisamente, ese es mi sueño.
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