Guadalajara, Jalisco / Mayo 3.-
Cuando Luis Michel y Francisco Ramírez solicitaron que fueran apagadas las bocinas del estadio Jalisco, el daño ya estaba hecho.
Ante la decisión de jugar a puerta cerrada para evitar la propagación del virus de influenza humana, Jorge Vergara planeó darle vida al inmueble, pero mató a sus Chivas.
El sonido local reprodujo en diversas ocasiones estruendosas porras para el Rebaño Sagrado. Lo alto del volumen provocó que los rojiblancos no pudieran concentrarse de la mejor manera.
El arquero chiva se quejó ya en el segundo tiempo. Su entrenador avaló la molestia y el escándalo terminó… Para entonces, el Puebla ya estaba encaminado para sacar un valioso 0-0.
Y es que los Camoteros ya garantizaron su presencia en la Liguilla. Aún aspiran al subliderato del Grupo Uno, pero jugarán la última jornada con la tranquilidad que da tener asegurado el boleto para la fase final.
A diferencia del Guadalajara, al que el vértigo del último cuarto de hora no le alcanzó.
Ya con el Jalisco en silencio, sólo con las fotografías de la afición en la tribuna norte, que completaron el plan de Vergara, las Chivas se apoderaron del balón y metieron a La Franja contra su área.
El problema es que 15 minutos son muy pocos para un equipo que abandonó la espectacularidad con la llegada de su actual director técnico.
Paco Ramírez arribó al club con el completo respaldo del dueño, que suele tener como premisa el juego ofensivo y sí, el estilo que Ramírez impregnó ha sido ofensivo, pero para una afición acostumbrada a ver un conjunto arrojado, sin importarle demasiado cómo lo atacan.
Frío, calculador, con cuidar el cero atrás como premisa, el conjunto tapatío aún controla su destino, pero ese privilegio lo perderá hoy si el Santos Laguna derrota al San Luis en Torreón.
Entonces sí, a sufrir como hace seis meses, cuando el triunfo sobre los Indios de Ciudad Juárez (2-0) no alcanzó para clasificar a la Liguilla.
La mayoría de los futbolistas tapatíos parecieron recordar esa situación, pero José Luis Sánchez Solá y su Puebla jamás descuidaron su retaguardia.
Aún así, tuvieron la posibilidad de liquidar al Guadalajara.
Los bombazos de Álvaro González y Ramón Núñez estremecieron el corazón de un numeroso pueblo que tuvo que conformarse con ver a su equipo por televisión. Doloroso para las Chivas, pero benéfico al final, porque evitaron los abucheos con los que hubieran sido despedidos.
Porque el público es insustituible, por más que Vergara se haya empeñado en hacerlo… Y la mejor prueba fue la desconcentración rojiblanca que generó.
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